Boletín informativo digital Nº 121 (Noviembre 2016)
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Tener mi propio trabajo me dio fuerza para salir adelante
 
Marta Rosell de Galicia se fue a vivir a Málaga por trabajo, donde conoció a quien durante muchos años sería su pareja. Todo les iba bien, especialmente en el plano económico; tanto que ella dejó de trabajar y se mudaron a Granada, donde él tenía un negocio familiar. Entonces nada hacía intuir a Marta Rosell, con apenas 30 años, que su vida iba a dar un giro de 180 grados. La violencia machista entró en su casa sin llamar, poco a poco, hasta que parecía que no había marcha atrás. Pero la había. Hoy, con 43 años, un trabajo, una vida tranquila y sus dos hijos con ella, echa la vista atrás y saca lecciones aprendidas de sus momentos más duros.
 
Hasta que conociste a tu ex pareja habías trabajado en diferentes comercios. ¿Cómo era esa nueva vida sin trabajar? Vivíamos muy bien, en casa no nos faltaba de nada. Yo le ayudaba de vez en cuando, a veces necesitaban una modista y podía hacer pequeños trabajos en casa, pero ahí empecé a ver cosas que no me gustaban. Era muy controlador y exigente, me imponía cómo había que hacerlo todo. Por ejemplo, me traía unos pantalones para arreglar al mediodía y hasta que no acabase no podía comer. Me llamaba para saber cuánto tiempo estaba en el súper o tomando un café, elegía él mis amistades, mientras él salía de fiesta cuando quería y con el tiempo descubrí que tuvo varias aventuras. Empecé a sentir que no tenía una economía propia. De cara afuera daba imagen de trabajador y buena persona, pero en casa era diferente. Las cosas fueron cada vez a peor, hasta que un día estando embarazada tuve que recogerlo borracho en un club. Me sentí humillada. Como vio que me iba a separar, me dijo que iba a cambiar. Le duró una semana.
 
Vuestra situación económica cambió. ¿Cómo afectó eso a la relación? Cuando el negocio familiar empezó a ir mal, él decidió, a mi pesar, montar una taberna. Nunca había trabajado de cocinera, pero tuve que aprender a preparar buenas tapas, que es lo que mejor funciona en Granada. Ahí la cosa fue a peor. Yo tenía mucha presión porque no tenía horario, si me llamaba cuando estaba cuidando de nuestros hijos tenía que dejarlo todo y volver a la cocina, había discusiones continuas, veía cómo tonteaba con otras mujeres en el bar y yo no lo soportaba, estaba todo el día nerviosa, angustiada. Y aunque trabajaba, no podía tener mi propio dinero porque, según él, me lo gastaba; incluso controlaba qué cosas compraba para casa. él decía que lo que yo trabajaba era para pagar la hipoteca. La violencia de género no tiene que ver con el nivel económico, en mi caso el control económico no era por necesidad.
 
¿Qué te decía la gente que os conocía sobre vuestra situación? Los conocidos me solían decir que esperase un poco, que aguantase. La única que me dijo que tenía que tomar una decisión fue mi madre. Vino una temporada a nuestra casa para ayudarme con los niños. Un día ella ya no pudo más y regresó a Galicia. Me dijo: “Tú para él eres una esclava, no tienes vida, ni siquiera para cuidar de tus hijos”. Eso me abrió los ojos.
 
¿Y qué decidiste? Decidí que no seguía trabajando con él. Monté una mercería y como me puso piedras en el camino, di el paso y me separé, pero no tenía recursos y seguía durmiendo en casa. él no soportaba que me fuera bien con mi negocio y empezó a enviarme mensajes al móvil y llamarme por teléfono, pero yo no iba a permitir que me humillase ni que me hundiese y lo denuncié. Al año, mi cabeza y mi estado físico estaban muy deteriorados. Me hacía de todo, hasta que un día tuvimos una pelea y llamé a la policía. Tuve una orden de alejamiento 9 meses. El momento de poner las denuncias fue muy duro, temblaba, pero escuchar a mi madre fue lo que me hizo dar el paso. Me decía que me tenía que hacer valer.
 
¿En qué momento decides regresar a Santiago? Tener mi propio trabajo me dio fuerza para salir adelante. Aunque en la mercería ganaba poco, vi que valía y que podía ser independiente. Cuando me endeudé un poco, decidí traspasar el negocio y venirme a casa de mi madre Santiago con mis hijos.
 
Hace un año y medio de eso... supongo que los primeros meses tu vida en Santiago sería muy distinta a la que tenías en Granada. De repente me sentí libre, entraba y salía cuando quería y el móvil dejó de sonar a cada rato. Vine muy delgada y con tratamiento, pero poco a poco dejé las pastillas, dejé de sufrir vómitos y empecé a comer bien. Me llevó un tiempo recuperarme física y emocionalmente.
 
¿Cómo entraste en contacto con Cruz Roja? Una vecina de mi madre me habló del Plan de Empleo de Cruz Roja, vine a informarme y como lo que yo quería era trabajar en tiendas, me propusieron hacer un curso de auxiliar de comercio. El curso me encantó, me sentí reconocida por mis compañeros y por el profesor. En el Plan de Empleo también vimos cuestiones de informática, nos dieron consejos para presentarnos a un puesto de trabajo y me enseñaron a hacer mi currículum porque no tenía.
 
¿Y encontraste empleo?Sí, el Plan de Empleo fue mi primera puerta de entrada al mundo laboral en un lugar nuevo. Primero hice las prácticas en una joyería. Aunque no conocía bien ese sector, me puse al día enseguida. Después me contrataron los sábados por las tardes y posteriormente media jornada. Me dieron un curso sobre joyería y relojería y a mi jefe le gusté porque vio que era delicada con el trabajo. Ahora para la campaña de Navidad me han dado más horas y lo compagino con la limpieza de dos casas. Es muy importante para mí tener mi independencia económica y trabajar, no quiero depender de nadie.
 
¿Tuviste alguna dificultad en el trabajo? Cuando me incorporé tenía miedo a las ordenes o a las imposiciones, porque a mí siempre me han impuesto lo que hay que hacer, pero todo lo contrario, en el trabajo me lo han puesto muy fácil. Estoy teniendo mucha suerte con la gente que encuentro en el camino.
 
Y la estabilidad llegó a tu vida, no sólo en el plano laboral. Encontré a una persona que ahora es un punto de apoyo muy fuerte para mí, a la que quiero y que me valora. Al principio tenía miedo de depender emocionalmente de él, pero con el tiempo vi que yo me hacía fuerte y que lo que hay es amor. Pequeñas cosas, como que se siente a la mesa a comer conmigo cuando preparo la comida, me emocionan muchísimo. él colabora conmigo en casa y con los niños y mis hijos están muy bien con él.
 
¿Qué le dirías a alguien que se encuentra en una situación similar a la que has vivido tú?
 
Que nadie merece que lo traten así y que no tenga miedo, porque aunque se pueda ver sola, se encontrará con mucha gente que la ayudará, la familia, la policía… no te deja desamparada. Los maltratadores nos hacen escondernos a nosotras cuando no hemos hecho nada, quienes tienen que esconderse son ellos.
 
¿Qué te dice tu madre ahora?
 
Está muy contenta. Siempre me dice: “¡Hay que ver la cara que tienes! Vuelves a ser la Marta de antes”.
 
Marta Rosell ha participado en el proyecto Puentes hacia el empleo, que cuenta con el apoyo, para el período 2016-2019, del Ministerio de Empleo y Seguridad Social y del Fondo Social Europeo a través del Programa Operativo de Inclusión Social y Economía Social (POISES).
 
 
 
 
 
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