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Boletín informativo digital Nº 131 (Octubre 2017)
 
 
"Los padres llegan a pagar hasta 90.000 quetzales por niño a los coyotes (11,000 euros) con el fin de asegurar que no vayan a sufrir maltrato o violación en el camino ...”
 

El hogar ofrece a los menores un lugar limpio y seguro donde permanecer hasta que sean recogidos por sus padres.
 
 
Amy* me dijo que la disculpara, que tenía que dejarme porque se iba a la entrega de 75 niños y niñas que acababan de llegar deportados de México. Le pregunté si podía acompañarla, se alegró de que se lo pidiese.
 
Eran las siete de la tarde, llovía y estaba muy oscuro por que el alumbrado público es escaso en Quetzaltenango. Llegamos al Hogar de acogida donde hacía apenas dos horas que los menores habían llegado desde la frontera, a la puerta del centro y en la calle se encontraban las familias enteras que venían a recogerlos, la mayoría indígenas con sus atuendos típicos.
 
Me estremecí al pensar por lo que estaban pasando esos padres que habían llegado desde todos los rincones de Guatemala, se les veía cansados y desconcertados, tenían hambre, frio y una larga noche por delante sin saber dónde pasarla. Muchos de ellos viajaban con sus hijos pequeños al no tener con quien dejarlos.
 
El Hogar está muy protegido y el acceso no es permitido a ninguna persona ajena al servicio, Amy me presenta a la Directora del Centro como voluntaria de CRE, me abren las puertas, le comento cual es mi función, me enseñan el hogar y dan todo tipo de información con la condición que no de nombres ni tome fotos a los menores ni a sus padres. Lo entiendo y acepto.
 
Entré al Hogar, en una primera sala encontré aproximadamente 30 padres con el rostro apesadumbrado a la espera de ser atendidos por asuntos sociales para que les entregaran a su hijo/a de manera oficial. Seguí hacia el interior, en un salón los niños y en el otro las niñas, todos sentados y en silencio, muchos de ellos no hablan castellano, estaban a la espera de pasar por el psicólogo y por revisión médica. Con mucho respeto les miré a los ojos, encontré miradas tristes, vacías, esquivas, temerosas. Son niños y niñas entre 7 y 15 años y cuyos padres los envían con coyotes a USA, endeudándose por años para darles, creen ellos, una mejor vida.
 
La directora me comenta “... el viaje del niño/niña está coordinado, si llega a cruzar la frontera mexicana y luego la americana, en destino le espera un familiar, quien le ayudará a salir adelante. Luego el niño/niña al cumplir la mayoría de edad, con su trabajo irá pagando la deuda asumida por los padres.
 
Son niños que en su mayoría llegan a Quetzaltenango de regreso con hambre, frio y los pies inflamados, ... otros llegan con la vergüenza de haber sido violados, muchos de ellos llevan más de un mes dando tumbos entre el viaje de ida que lo hacen en parte caminando y el de retorno, que van de comisaría en comisaría.”
 
Pasé por los dormitorios donde pernoctan si llegan enfermos o nadie ha ido a buscarlos, a la entrada una montaña de bolsos, las pocas pertenencias de cada niño y detrás una hilera de literas, todo muy limpio y organizado.
 
Paso al despacho de la directora de la que reservo su nombre, mantenemos una larga conversación que me permite sea grabada y donde me cuenta entre otras cosas que “los padres de los menores llegan a endeudarse para pagar hasta 90.000 quetzales por niño a los coyotes o acompañantes ( unos 11,000 euros) con el fin de asegurar que éstos no vayan a sufrir maltrato o violación en el camino, tengan cama y comida durante el tiempo que dure el viaje y entren a USA, hecho que casi nunca se cumple por la alianza que existe actualmente entre el gobierno de USA y el de México para que estos menores no logren cruzar las fronteras.”
 
Recalca que “en algunas oportunidades los padres les han comentado que los coyotes les han aconsejado que si la niña ha desarrollado o tiene los 13 años cumplidos, lleve un tema de planificación, por qué es más que seguro que pueda suceder en el camino.
 
Cuando estos niños son detenidos en México inmediatamente el gobierno mexicano los protege a través de las instituciones pertinentes y los encamina custodiados por personal competente hacia el Hogar de Quetzaltenango, donde la Cruz Roja Guatemalteca cumple un rol importante. Cuando llegan al Hogar, a los niños se les organiza una bienvenida, se les informa de donde están y cuáles son los pasos a dar, ya que llegan muy alterados. A las familias se les avisa apenas los niños son interceptados en México para que lleguen a recogerlos inmediatamente presentando la partida de nacimiento de los mismos. A los niños se les da comida y a los que lo necesiten se les da ropa. Antes dábamos kits de higiene personal, pero ya no es posible, estamos priorizando las comidas para los que se quedan. Hay algunos niños que permanecen días en el Hogar por qué sus padres al vivir lejos y trabajar, deben esperar hasta el fin de semana para ser recogidos.”
 
Pregunto qué pasará con las esperanzas truncadas de algunos padres, me responden que volverán a intentarlo.
 
* Persona responsable de la Asamblea de Cruz Roja Guatemalteca en Quetzaltenango – Guatemala.
 
Maggi Moreno Lesevic
 
 
 
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