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| Entrevista: Antonio Domínguez, voluntario de Zaragoza |
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LA SATISFACCIÓN POR INTEGRAR A PERSONAS INMIGRANTES
Antonio Domínguez, un aragonés de Huesca de 68 años, se jubiló hace siete de una larga trayectoria de trabajo en marqueting en una caja de ahorros. Desde 2002 da clases de español como voluntario a inmigrantes en Cruz Roja en Zaragoza, ciudad donde vive. Casado y con tres hijos, hablamos con él a punto de empezar un nuevo curso solidario.
¿Por qué se decidió a hacer voluntariado?
Al jubilarme pensé que tenía tiempo para dedicarlo a los demás y ser útil a la sociedad.
¿Como fué contactar con Cruz Roja?
Ya conocía la labor que desarrolla Cruz Roja por todo el mundo pero fue determinante un anuncio que apareció en la prensa local en la que esta institución solicitaba voluntarios.
¿Es esta su primera experiencia de voluntariado?
Sí. Mientras estuve trabajando tenía otras ocupaciones.
¿Por qué se decidió a dar clases de idioma a extranjeros?
He vivido durante varios años en el extranjero y conozco la soledad del emigrante en general, por la falta de comunicación que padece al no poder hablar con la gente del país. Esto hace que se formen güetos y se aíslen del entorno donde están viviendo. No es bueno en ningún sentido. Quise ayudar y contribuir a atenuar este problema.
¿Cuántas horas de clase da a la semana? ¿Cúanto dura el curso?
Son tres horas a la semana realizadas también por otros compañeros. El curso se divide en dos bloques: Iniciación y avanzados. Ambos comienzan el 18 de septiembre y finalizan en diciembre. Después de las vacaciones de navidad se reanudan los cursos y se continúa hasta final de mayo.
¿Cuál es la media de edad de sus alumnos?
Los estudiantes son de edades muy variadas pero predominan los que tienen entre 30 a 40 años. Como excepción tenemos alguna persona más mayor. La decana está en los 71 años.
¿De que nacionalidad son y cuántos integran la clase?
Siempre tenemos entre seis y siete nacionalidades distintas lo que dificulta muchísimo una enseñanza homogénea pues sus niveles culturales suelen ser muy distintos. Predominan los rumanos que es el colectivo más numeroso en Zaragoza. En las clases solemos tener una media de 10 a 15 alumnos, lo que es suficiente para la enseñanza de un idioma.
¿Se lo toman en serio los alumnos?
Sí, absolutamente. Son los primeros interesados en conocer nuestro idioma y ponen muchísimo interés. Lo que es importante es darle amenidad a las clases porque hay que tener en cuenta que muchos de ellos vienen después de una jornada laboral pesada y monótona y es necesario enseñar divirtiendo.
¿Cual es la gratificación que .le reporta esta experiencia?
Es la satisfacción de poder ayudar y contribuir a que esas personas se integren lo más pronto posible en la sociedad que les acoje. Es también la alegría de poder compartir conocimientos con gente que los va a aprovechar sin ninguna duda.
Háblenos de ese o esa, estudiante especial en quien vio aptitudes singulares.
Recuerdo a una estudiante búlgara que trabajaba en el servicio doméstico y que al cabo del curso se había colocado como administrativa en una empresa de transportes. Teniendo en cuenta que hasta su alfabeto es distinto al nuestro, no es un mal principio.
Desde su punto de vista y a un nivel general, ¿qué aporta el voluntariado a la sociedad?
Tomemos un ejemplo: El servicio de limpieza de una gran ciudad procura mantenerla limpia, cuida los jardines, etc., pero sin la colaboración ciudadana esto no será posible por mucho que se intente. Las instituciones disponen de programas sociales pero no llegan a cubrir a toda la población necesitada. El voluntario cubre ese hueco adonde no llegan ayuntamientos o gobiernos. Su papel dentro de la sociedad actual con la complejidad de problemas que sobre todo en el sector emigrante (también en otros) se vienen detectando es impagable.
Texto: Alberto Artés
Foto: José Ángel Asenjo
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