Boletín digital - Nº21 14 de septiembre de 2007   digital.cruzroja@cruzroja.es   
 
Armel Lissouck, voluntario del Centro de acogida de inmigrantes de Baena (Córdoba)

“ME CONSIDERO UN PRIVILEGIADO”


Armel Lissouck tuvo que celebrar su 22º cumpleaños en el monte Gurugú, a la espera de poder dar el definitivo salto a la valla de Melilla. De eso hace sólo dos años, pero cuánto han cambiado desde entonces las cosas para este joven camerunés que, tras verse obligado a separarse de su madre y sus 17 hermanas, ha encontrado en el municipio cordobés de Baena una nueva familia, un trabajo como profesor de idiomas y un estímulo vital: facilitar la adaptación en España a los que, como él hizo un día, llegan al Centro de primera acogida de inmigrantes que Cruz Roja Española tiene en esta localidad.

¿Por qué decidió emigrar?
Por razones sociales. Murió mi padre, y después hubo muchos cambios en mi vida, la situación de la familia cambió, y decidí marcharme para buscarme un futuro mejor que el que allí se me presentaba.

¿Cómo llegó hasta España?
Salí de mi país por vía terrestre, y pasé por Nigeria, Níger, Argelia, Marruecos hasta llegar a la valla de Melilla, que la salté en septiembre de 2005.

¿Pasó miedo durante ese periplo?
Sí, claro, porque tuve que saltar la valla siete veces y fue muy difícil. Tuve que pasar cinco meses en el monte Gurugú, viviendo de la ayuda que nos daba la gente y los voluntarios de Cruz Roja en Melilla.

Y a su llegada a España, ¿encontró lo que esperaba?
La verdad es que la acogida y la atención fue muy buena en el Centro de Estancia Temporal. De allí me mandaron a Fuerteventura, donde estuve cuarenta días. Después fui hasta Murcia, y el mismo día que llegué allí, me fui para Madrid. Poco después, me vine a Córdoba, por un amigo voluntario de Cruz Roja, y acabé en el centro de Baena.

Donde fue atendido, claro.
Eso es. Pasé allí un tiempo, hasta que pude volar con mis propias alas.

¿Qué e ha dado Baena para que haya decidido quedarse?
Primero, me ha dado otra familia. La gente de Baena me ha acogido muy bien, me conoce ya, y yo me siento en familia. Los africanos pensamos que la familia no es sólo la gente junto a la que naces, sino también todos aquellos que te aportan o a los que tú les aportas algo durante la vida.

¿Fue muy importante la ayuda de Cruz Roja en este tránsito?
Sí, cuando llegué a España no sabía el idioma ni nada. Gracias a Cruz Roja he aprendido el idioma y he podido integrarme. Me ha dado otra vida.

Ahora es voluntario.
Lo que intento es que los que llegan como yo lo hice se sientan cómodos, en confianza. Además, ver cómo yo estoy ya adaptado les puede dar esperanza e ilusión.

¿En qué consiste, exactamente, su labor?
Soy el responsable del ERIE de inmigrantes. Y elaboro proyectos para facilitar el proceso de adaptación de los nuevos que van llegando al centro. Como yo pasé por lo mismo, sé cuáles son las dudas y las necesidades que se te plantean al verte en España. Lo más básico de todo es, sin duda, aprender el idioma.

¿Qué le diría a alguien que quisiera seguir sus pasos?
Le diría que es un camino muy difícil y peligroso. Es cierto que las condiciones de vida aquí son mejores, pero por lo que hay que pasar para llegar no se lo recomendaría a nadie. Contarlo ahora es bonito, pero vivirlo es otra cosa.

¿Se considera una persona con suerte?
Sí, con muchísima suerte, porque hay muchos inmigrantes que no han tenido las oportunidades que yo he encontrado. Me considero un privilegiado.

Texto: José Luis Hitos
Foto: Cruz Roja


 
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