Boletín informativo digital Nº 88 (Enero 2014)
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Salgo a la calle y voy a mi aire. Juan Pérez, un hombre singular
Juan es un idealista, un soñador que vive su propia y original vida.
 
Así pues, Juan se nos presenta embutido en su capa cordobesa, hecha a mano por él mismo; chalequillo multicolor saturado de pins muy variados, en donde se aloja un antiguo reloj de bolsillo con cadena; y gorro de aspecto siberiano -en lugar del clásico sombrero cordobés- con orejeras recogidas a pesar del frío, quizás para dejar al descubierto sus pendientes dorados. Se apoya en un elegante bastón coronado por la cabeza de un toro. Un "mix" estético que nos dice mucho de su libérrimo talante.
 
Juan podría parecer un personaje salido de algún esperpento de Valle Inclán; sin embargo, a lo largo de la conversación, constatamos que su singularidad escapa a toda calificación. Juan es un idealista, un soñador que vive su propia y original vida. En su individualismo hay un fondo de rebeldía que se niega a aceptar ciertos estereotipos de la sociedad y, sobre todo, un enorme afán de libertad.
 
Nos confiesa que no le importa el dinero, porque él es feliz con lo que tiene y muestra su devoción hacia todo lo bello y bueno que encierra la vida. Lo mismo disfruta con una espléndida comida que cenando en su cuarto lo que le sobró en el almuerzo del Centro de Mayores. Ama el arte y tiene un sentido de la estética muy personal. Tiene conocimientos musicales y conoce bien el acordeón, instrumento que tocaba en su juventud. Lo mismo canturrea que recita de memoria poemas compuestos por él mismo. La noche le inspira versos y canciones. Se deleita en la conversación y le gusta reflexionar sobre la vida.
 
Juan, a sus casi 72 años, usuario de teleasistencia móvil para personas mayores de la Cruz Roja, vive solo -nunca estuvo casado- en una habitación de la calle Marroquíes, ubicada en torno a un típico y bello patio cordobés. Aunque nació en un pueblo de Valencia, marchó a Barcelona con dos años, al quedar huérfano de madre. Allí trabajó en una sastrería, donde aprendió el oficio y el arte de sastre y modisto. Al trasladarse la empresa a Córdoba en 1982, Juan se estableció definitivamente en nuestra capital, ciudad de la que se enamoró, que le rejuvenece -nos dice- y donde quiere morir.
 
Cuando se le pregunta a qué dedica su tiempo, responde canturreando una canción compuesta por él mismo: "El lunes me voy de fiesta, el martes a pasear, el miércoles me voy al cine y el jueves a festejar. El viernes repaso cuentas y el sábado voy a cobrar. Y el domingo trabajaría, ¡y no me dejan trabajar...!". Vive, pues, una vida tranquila, como corresponde a un jubilado que ha trabajado desde muy joven y que goza de buena salud. Se levanta tarde, dedica un buen tiempo a arreglarse, pues cada día viste traje y sombrero diferentes, y "a eso de la 12 ó la 1 toma unos vinitos", para después almorzar sobre las 2.
 
Como sastre que fue, fiel a la moda clásica, piensa que hoy la gente sólo sabe vestirse para las fiestas, a lo que atribuye el asombro que despierta cuando pasea con corbata, pajarita, capa o sombrero. Pero él no se preocupa cuando sale a la calle, pues "va a su aire", ya que "los artistas han ido siempre vestidos de forma diferente al resto"... Y si va vestido de tal o cual forma no es por aparentar, "sino porque yo soy así", nos cuenta.
 
En cuanto a la juventud actual, piensa que está muy preparada en general, aunque debería cuidar algo más las formas. Aconseja a los jóvenes que no dejen los estudios y sigan formándose, porque la crisis pasará. Cree que hay que ser realista a la hora de elegir la profesión y prepararse para lo que demanda la sociedad, pues no todo ha de ser estudiar una carrera, ya que "se pueden ganar muchos billetes de fontanero o vivir muy bien de basurero", por ejemplo.
 
Para Juan la política ocupa un segundo plano, pues sólo cree en la justicia; aunque en su juventud estuvo afiliado a un partido de izquierda y ahora milita en un partido conservador. Le da igual la filiación política, ya que habla con todo el mundo y no le merece la pena la disputa ideológica, teniendo en cuenta que "la vida son cuatro días".
 
Tras la entretenida entrevista, Juan, sastre y modisto; bohemio y conservador; poeta y músico; valenciano, catalán y cordobés; amante del día y de la noche; admirador de jovencitas y paradigma de polifacético, se despide, caballeroso y cordial, con leve inclinación de cabeza y apretón de manos, al tiempo que nos deleita con su lema de despedida: "Juan Pérez Torres. Alias El Tato y El Pechugón, al mando el acordeón."
 
Nosotros, fieles a su tarjeta de presentación ("...te despiden según te comportas"), no podemos menos que despedirlo con nuestra más cálida sonrisa.
 
 
 
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