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Dinding Soucko es una niña de 9 años que vive en Maloum, población a 30 minutos en coche de Kayes en el Sureste de Malí, relativamente cerca de las fronteras de Senegal al oeste y Mauritania, al norte. Vive con su familia que poseen algunas cabras y gallinas que les permite subsistir bajo los más de 40 grados del sol maliense.
A pesar de su edad, la vida no ha sido fácil para ella. Como tantas niñas malienses, con apenas una semana de vida fue sometida a lo que en Malí llaman “prácticas nefastas”, la mutilación genital femenina. Más allá de las connotaciones culturales asociadas a esta tradición, en su caso, la consecuencia fue un quiste genital que le causaba grandes molestias y que detectaron sus padres cuando tenía dos años. A medida que Dinding cumplía años, su lesión crecía hasta alcanzar el tamaño de una mano.
Su abuela cuenta que, Dinding sentía una profunda vergüenza y dejó de ir con sus amigas a bañarse al río por miedo a que se rieran de ella. Su carácter se hizo difícil y e irascible y también dejó de jugar. La familia vierón la necesidad de acudir al hospital, pero la falta de recursos les impedían el traslado al centro sanitario. El hospital de Kayes cuenta con médicos ginecólogos como el Dr. Sitafa Dembe, donde tratan de 2 o 3 niñas y mujeres a la semana de fístulas a hemorragias, infecciones crónicas, VIH, retención urinaria… como consecuencia de complicaciones asociadas a la mutilación genital.
Por fin, un día, Dinding pudo ir al hospital. Una semana después de su llegada fue intervenida y su vida comenzó a cambiar. Ya no había dolor, no había vergüenza, y desapareció el mal carácter. Empezó a ganar el peso que había perdido durante los años de su lesión. Igualmente ha cambiado la vida de su familia que además cuenta con el apoyo de un psicólogo de la Cruz Roja que les visita en su casa de forma periódica.
La abuela también cuenta que ella recomendó a los padres realizar aquella práctica nada más nacer, pero que sí fuera hoy no lo haría. Aún así, piensa que la mutilación genital es una tradición y no se puede prohibir, ni puede desaparecer de la noche a la mañana, pero cuando se tiene una experiencia así, cuando se viven las consecuencias nefastas en la propia familia, todo cambia.
En Malí, la mutilación genital femenina es una práctica extendida, especialmente en las comunidades rurales. Desde el Gobierno y distintas organizaciones sociales del País existen programas de sensibilización, pero para la familia de Dinding, el problema de su pequeña y la llegada de la Cruz Roja a su pueblo, ha estimulado un cambio de mentalidad.
La familia de Dinding quiere que su caso sea conocido, que se comprendan los problemas que conlleva esta tradición para la salud, para la vida de las niñas y mujeres. Haber vivido en primera persona esta tragedia les ha supuesto una fuerte implicación en el apoyo al trabajo de Cruz Roja en la sensibilización de familiares y vecinos. La grabación de un documental sobre su vivencia les anima a continuar en esa línea y ser un ejemplo para concienciar a otros.
Igualmente, el abuelo de Dinding nos relata que ellos no han ido a la escuela, no están instruidos, pero los voluntarios y el personal de Cruz Roja están preparados, conocen los problemas y aportan soluciones. Él siempre asoció la institución con salud y atención a las personas y ello le genera confianza. “Esta iniciativa es buena, y el trabajo que hacéis es maravilloso. Dinding es nuestra hija y si la curáis a ella, nos curáis a nosotros”, afirma agradecido.
Cronica de Jesús López Santana desde Mali
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