Mª Concepción Aldea, Pedro Vicen y Mª Ángeles Cervero
Cruz Roja Española en Soria
(Soria)

El relato está escrito por una voluntaria de la Asamblea local de Soria, que se llama Mercedes Alegría Seijas, y que se ofreció para poner sobre el papel la experiencia, sensaciones y anécdotas de estos 3 voluntarios anteriormente citados.

En primer lugar narra la experiencia de cada uno y después las sensaciones del niño así como del servicio realizado por los 3 como voluntarios.

El relato es el siguiente:

"DAR Y RECIBIR"

CONCHA

Cualquiera en la vida puede necesitar ayuda. Y todo el mundo puede ayudar.

Concha, en cierta ocasión, necesitó ayuda y dice no poder olvidar que la Cruz Roja se la dio. Y cuando llegó para ella el momento de la jubilación, no dudó en ofrecer parte de su tiempo a la Cruz Roja para ayudar a otros que pudieran necesitar, como ella, en cierta ocasión, necesitó.

Dice Concha que, en el desempeño de su labor como voluntaria, le encanta el poder estar en contacto con gente joven. A ella le maravilla el hecho de que, con todas las oportunidades de ocio que pueden tener hoy en día esos chicos y chicas, elijan entregar su tiempo libre a ayudar. A cualquiera que la conozca le maravilla la entrega y la buena disposición que ella tiene.

PEDRO

Él es un veterano de la Cruz Roja. Si le preguntas, te dice que como voluntario él recibe mucho más de lo que da. También cuenta que guarda el recuerdo de ciertos años lejanos y terribles en los que el país se había partido en dos, quedando muchas familias divididas por fronteras que el cariño no entendía. En aquellas difíciles circunstancias, y gracias a la intervención de la Cruz Roja, su familia recibió anheladas noticias del otro lado. Y dice que eso él nunca lo podrá olvidar.

Al jubilarse, pensó que era un buen momento para retomar una labor intermitente que los quehaceres diarios de sus años de trabajador no le permitieron realizar con la atención que hubiera deseado. Pedro, con su pulcro aspecto de caballero y siempre con una palabra amable en la boca, es un vivo ejemplo de que los años no tienen porqué ser un obstáculo a la hora de aportar tiempo y buena voluntad para construir un mundo mejor.

TITA

También para ella la jubilación se convirtió en la oportunidad de dar parte de su tiempo a los demás. Cuenta que oyó que en la Cruz Roja se necesitaban voluntarios y allí fue sin dudarlo, a ofrecer su ayuda. Desde entonces, sus manos de artista han dibujado más sonrisas que flores. Y juntas, flores y sonrisas, hacen que a su alrededor la vida sea mucho más hermosa.

Esta jardinera de pinceles y corazones contagia júbilo a quien cruza con ella unas palabras. Y consigue calmar un mal momento organizando una simple partida de cartas. Estos dones, puestos en el lugar oportuno, son mucho más de lo que nadie se imagina, muchísimo más de lo que ella misma cree.

EL NIÑO

Como voluntarios, los tres coincidieron en un mismo servicio: facilitar a un niño especial con circunstancias familiares especiales la asistencia al colegio. No iba a ser fácil, pero los tres aceptaron sin dudarlo y dicen que volverían a hacerlo ahora mismo.

No iba a ser fácil y no fue fácil. Al principio el pequeño pasaba con facilidad de introvertidos silencios a estallidos de rabia. Ya se sabe que cualquier persona, también los niños, se vuelven difíciles cuando su vida es difícil. Y la vida de aquel niño especial no era desde luego una vida sencilla.

Pero ahí estaba ese equipo de experimentados voluntarios, rebosante de humanidad y paciencia, empleando sus mejores artes para cambiar el mundo. Y el mundo, en este caso, era el mundo de aquel niño.

Día a día, trayecto a trayecto, casi imperceptiblemente, todo fue cambiando. A veces llovía, otras hacía muchísimo frío, incluso nevaba. Pero el peor frío de todos, el que hace que los seres humanos permanezcamos ajenos al sufrimiento de nuestros semejantes, nunca tuvo cabida en ese coche que llevaba al pequeño y a sus amigos voluntarios de casa al colegio y del colegio a casa.

Así floreció un cariño muy hermoso. Un cariño que se convirtió en lágrimas cuando, cuatro años después de aquel difícil primer día, llegó el momento más difícil todavía de despedirse. Un cariño que dejó en cada uno de los cuatro protagonistas de esta historia una huella tan particular como positiva.

La espontaneidad de aquel niño especial les regaló recuerdos que aún hoy, años después, hacen que Concha, Pedro y Tita sonrían. Tantos recuerdos que ya son para siempre parte de sus vidas. Recuerdos más eternos que el oro, mucho más brillantes, muchísimo más valiosos.