La Rioja, un refugio frente al maltrato conyugal

La Rioja, pisos de acogida para mujeres maltratadas

Inicio de una nueva vida

Conchi Aquesolo. Logroño.

El diccionario define el maltrato como "tratar mal a alguien de palabra u obra". En Cruz Roja en La Rioja saben que la definición se queda corta y van más allá.

"Es la violencia que se ejerce contra las personas, generalmente contra la mujer, en el ámbito doméstico por personas de su entorno. Se trata de tener bajo control a esa persona quitándole poder para lograr su sumisión y dependencia", explica la coordinadora de los pisos de acogida para mujeres maltratadas de Cruz Roja en La Rioja, María José Mayoral.

La responsable sintetiza con una frase lo que supone para muchas mujeres el paso por estas instalaciones: "Recuerdo que una de ellas me dijo que aquí, por fin, se sentía persona".

Desde hace nueve años se ofrece una salida a las víctimas. Cada vez que se detecta un nuevo caso (ya sea a través de la Policía, los servicios sanitarios o trabajadoras sociales), se deriva al Centro Asesor de la Mujer.

Semanalmente se reúne una subcomisión formada por representantes de la Casa de Acogida y del Centro Asesor de la Mujer para valorar cada situación y decidir la solución más adecuada.

Mayoral matiza que siempre están atendidas. "Desde el momento en que dan el paso y abandonan al maltratador buscamos un alojamiento donde estarán bajo el cuidado de personal especializado. Tenemos recursos tanto de corta como de larga estancia", añade.

Los pisos de mujeres que existen en esta comunidad son el resultado de un convenio entre el Gobierno de La Rioja y Cruz Roja. En ellos se atiende a mujeres maltratadas, jóvenes gestantes y mujeres en situación de emergencia social.

Su funcionamiento es sencillo pero a la vez complejo. "Hay que tener en cuenta que las personas llegan tras soportar situaciones límite y se deben enfrentar a la convivencia con personas extrañas. Aquí disponen, ellas y sus hijos, de todos los recursos económicos y la atención necesaria. Cada una se encarga de su habitación y entre todas llevan a cabo las labores de la casa, en colaboración con la gobernanta".

¿Qué lleva a una mujer a resistir durante años tratos violentos y vejatorios? María José Mayoral lo ve claro. "Me duele cuando dicen que la mujer aguanta porque quiere. Es mentira. La mujer sufre muchísimo, es consciente del problema, pero no tiene el empuje suficiente para romper con eso. Hay que tener en cuenta que durante años el maltratador ha ido minando su autoestima".

Por eso la principal labor que se realiza en estos pisos es psicológica, tanto con ellas como con sus hijos. Hay que devolverles la confianza en sí mismas y en sus posibilidades. Algo que no se logra de un día para otro.

"Es muy importante la inserción laboral, que sientan que son capaces de valerse por sí mismas. La independencia económica ayuda a romper la dependencia afectiva. Pero tenemos el problema de que los contratos son reducidos y es difícil conciliar la vida familiar y laboral por los horarios. Por eso les echamos una mano y les orientamos sobre las ayudas que pueden solicitar para salir adelante", afirma Mayoral.

El éxito de la iniciativa se refleja en el porcentaje de mujeres que deciden salir adelante por sus propios medios.

El 20 por ciento, en cambio, decide volver con el maltratador. Algunas han pasado hasta dos y tres veces por nuestros pisos. Yo siempre confío en que les queda algo de lo que han vivido aquí y eso, con el tiempo, les ayudará a ver las cosas de otra manera y al final, alcanzar lo que quieren. Yo siempre digo que no tienen que vivir aquello que a ellas no les apetezca.

Mientras tanto saben que la alternativa de los pisos de acogida de CRE siempre estará ahí.