Voluntarios de respiro en Guadalajara
Carlos y María, dos octogenarios arropados por su familia y los voluntarios de Cruz Roja en Guadalajara

Jesús Carbonell. Guadalajara, enviado especial.

Carlos Descárrega, de 85 años, y María Cotié, de 86, son un matrimonio de un pueblo de Lleida rural que se fue a vivir a Guadalajara hace 18 años arrastrados por su dos hijas que, casadas con dos hermanos oriundos de la ciudad alcarreña, asentaron sus reales en dicha ciudad.

Carlos tiene una salud que necesita atención. A los 40 años le surgieron ataques epilépticos y con 54, cuando trabajaba de ajustador en una fábrica de Sabadell (Barcelona), una trombosis le incapacitó laboralmente. La trombosis minó sus posibilidades de caminar lo que desde hace unos quince años ha ido a peor. Para andar se ha ayudado de muletas pero desde hace cuatro años usa un andadador.

Por prescripción facultativa debe ejercitarse en la marcha, pasillo arriba, pasillo abajo. Incluso sale, muy despacio siempre, por el descansillo del piso donde vive, que añade unos metros muy valiosos a la actividad de sus articulaciones.

Para hacer este ejercicio, Pedro García, un voluntario de Cruz Roja de 40 años le ayuda una tarde a la semana; tarde en la que echa sus buenas tres horas en compañía del matrimonio. Ese tiempo lo pasa charlando con el matrimonio, ayuda a Carlos en su paseo prescriptivo, merienda. A veces incluso como con ellos, con lo que me puedo estar hasta cinco horas, dice Pedro, quien trabaja en turnos variables de mañana, tarde o noche en Alcalá de Henares, villa próxima a Guadalajara.

Pedro comenzó su labor voluntaria con los Descárrega en verano de 2004 para sustituir a otra voluntaria, María Cuadrado, de 73 años, que en el periodo estival se iba de vacaciones. Ambos son voluntarios con el matrimonio.

Porque Pedro y María son voluntarios del programa de apoyo a familias con personas mayores dependientes que Cruz Roja en Guadalajara lleva a cabo desde 2000. Es el conocido como programa de respiro y posibilita unos ratos semanales de descanso a las personas con familiares mayores a su cargo. Cada año son unas 37 las unidades familiares usuarias del programa con alrededor de 60 beneficiarias y beneficiarios directos. En 2004, 40 voluntarios realizaron 725 visitas de acompañamiento y respiro.

Las voluntarios y voluntarios del programa reciben, además de un Manual de Cuidados, elaborado por la responsable, Vanessa Martínez, sobre cómo tratar a los mayores dependientes, diversas sesiones formativas monográficas sobre nutrición, la enfermedad del Alzheimer, prevención de accidentes domésticos, etcétera.

En el caso de Pedro y María las personas beneficiarias del respiro son sus hijas, Lidia y María Teresa, que viven en la ciudad casadas, con hijos y ya con nietos. Ellas pasan a diario por casa de los padres, les hacen la compra y, desde luego, están en contacto telefónico permanente, por lo que la ayuda de Cruz Roja les proporciona tranquilidad.

Y es que este matrimonio de octogenarios puede, con apoyo, llevar su vida de manera independiente. No obstante cuentan con el servicio de Teleasistencia Domiciliaria de Cruz Roja, que ya en alguna ocasión ha sido una ayuda eficiente, como una noche en la que el marido se cayó. En apenas unos minutos los efectivos de Cruz Roja se hallaban en el domicilio, y como el propio matrimonio señala, antes incluso que una de las hijas, también alertada.

Nuestra pareja también recibe apoyo del servicio a domicilio del Ayuntamiento, que a diario envía a una persona para la limpieza, de 8 a 10 de la mañana. Con todo este apoyo, María Cotié, a sus 86 años, se hace la comida a diario en su cocina de vitrocerámica. Ella y su marido comen muy bien y de todo.

Carlos y María no andan faltos del cariño de una familia muy atenta y de dos voluntarios que han labrado a lo largo de semanas y meses de relación un tejido de afecto que es verdaderamente patente.