Erick Gil posa también orgulloso junto a su nevera de latón, con la que recorre los “barangays” o aldeas cercanas a las suya, montado en su triciclo. Helado de coco y mango. Cinco pesos el vasito, con una torre de bolas amarillas y blancas. Delicioso y refrescante en la calurosa aldea de San Roque, en la que vive. Erick tiene 32 años. Su trabajo, hace dos años era menos dulce. Fabricaba bloques de hormigón para construir viviendas. Pero el tifón Haiyan, conocido como Yolanda en Filipinas, le cambió la vida en noviembre de 2013, al igual que a millones de compatriotas.

El ciclón está considero el más devastador de la historia, ya que acabó con más de 6.300 vidas, a la que se sumaron más de mil desaparecidos. Además, provocó millones en pérdidas materiales, entre las viviendas que fueron arrasadas (más de un millón) y los medios de vida destruidos. Erick, su mujer Lopcita y sus dos hijas gemelas, sobrevivieron al desastre, pero lo perdieron prácticamente todo: su casa se vio gravemente afectada y la economía familiar se resintió gravemente, ya que durante meses las construcciones se paralizaron. “Me sentía desesperanzado. No teníamos dinero ni manera de ganarlo”, explica al recordar aquellas fechas, hace dos años. Finalmente decidieron pues marcharse de la devastada isla de Leyte, azotada por el ciclón, y se asentaron en Luzón, la isla al norte de Filipinas de donde es originaria la familia de su esposa. Allí fue donde Erick aprendió a fabricar helado, con los padres de Lopcita.

Meses después, la familia Gil regresó a Tolosa, al “barangay” de San Roque. Pero Erick traía consigo una nueva idea con la que ganarse la vida. Se haría heladero. Él y su mujer fabrican el helado cada noche y, por la mañana, lo pregonan recorriendo San Roque y sus alrededores. Helado de coco y mango. Cinco pesos el vasito. Hace cinco meses, gracias al programa de ayudas Cruz Roja Española, dirigido a recuperar y mejorar las fuentes de ingresos y la actividad económica de las víctimas más vulnerables del tifón Haiyan, Erick pudo mejorar este pequeño negocio. Invirtió los 12.000 pesos filipinos entregados por Cruz Roja y los ahorros de su trabajo en la compra de una motocicleta, con la que ahora puede llegar a muchos más “barangays” con menos esfuerzo y con más rapidez, y ha incrementado así las ventas y la productividad. “Me está yendo mucho mejor con la motocicleta. Antes sólo podía llegar a dos o tres “barangays” vecinos. Ahora vendo helado todos los días. Y lo vendemos todo. Ahora puedo mantener a mi famili

Al igual que al heladero de San Roque, Cruz Roja Española, en coordinación con Cruz Roja Filipina y el apoyo de Cruz Roja Americana, ha entregado ayudas económicas a más de 1.500 familias en la municipalidad de Tolosa, a la que se suman otras 3.000 familias en la provincia de Aklan, donde lleva a cabo un proyecto similar con el apoyo de Cruz Roja Canadiense y Cruz Roja Austriaca. Con este dinero, los supervivientes al tifón pueden recuperar cultivos o las fuentes de ingresos, diversificarlas, o emprender nuevos negocios, como hizo Erick. Ahora el matrimonio puede mantener a la familia. Y quién sabe. Quizá algún día, si el negocio sigue creciendo y alguna vez montan una heladería, podrá colgar en un marquito la fotografía en la que se muestra tan orgulloso. Una fotografía en color. Para recordar cómo empezó todo.