Luz, su marido, sus hijas y sus nietos se refugiaron en la segunda planta. Después de cinco horas, el agua comenzó a remitir y ella y su marido pudieron regresar a la planta inferior, para comprobar que el agua había acabado con sus recuerdos y posesiones. Tampoco les quedaba comida. Todo fue arrasado. La puerta de entrada la encontraron varias decenas de metros apartada de la casa, en una carretera.

Además de la ayuda de emergencia que les proporcionó Cruz Roja en un primer momento, Luz ha recibido una ayuda económica para reparar su casa, con la que ha podido levantar de nuevo los muros exteriores, colocar nuevas ventanas y un suelo de cemento en el espacio donde antes tenía su dormitorio.

También está reformando la cocina, donde su hijo martillea unas tablas, mientras ella señala los rastros que Yolanda dejó a su paso, con una de sus nietas en sus brazos.

En su caso, no fue necesario edificar una casa desde los cimientos, como ha hecho Cruz Roja con otros vecinos de Luz, que lo perdieron absolutamente todo. Su familia pudo salvar parte de su hogar. Cruz Roja le ha proporcionado herramientas, con las que empezar la reparación; hojas galvanizadas, para los tejados; y además, una subvención para comprar materiales para el resto de las obras. Su hijo, además, ha recibido una orientación en reparación de viviendas de forma segura, preventiva ante nuevos desastres. Porque además de recuperar, el objetivo de Cruz Roja en zonas como Filipinas, que de manera periódica sufre tifones, tormentas e inundaciones, además de terremotos, es fundamental poner los cimientos de la prevención

Luz se muestra muy agradecida. “Salamat”, repite, “salamat”, la palabra que en tagalo se traduce por gracias.