La casa de comidas de Violeta, en el “barangay” o barrio de Tanghas, en la ciudad de Tolosa, está vacía el día de la entrevista, ya que hay vacaciones en el cercano campus de la Universidad de Tolosa. “Los alumnos y los profesores son mis principales clientes, además de muchos trabajadores”, explica Violeta. La hija pequeña de la familia Canonoy se asoma tras una cortina. Viven en una casa pegada a esta especie de salón techado, donde se sirven comidas a diario. Violeta, a sus 47 años, tiene ocho hijos: el mayor, de 29 años y la pequeña, que se asoma curiosa, apenas ha cumplido 10 años. En la casa de comidas pueden sentarse de una tacada hasta 30 personas. Es bastante grande, de unos 50 o 60 metros cuadrados. Aunque hace 15 años, cuando comenzó con el negocio, recuerda Violeta, “no ocupaba ni la mitad”.

El 8 de noviembre de 2013, la casa de comidas, la vivienda de la familia Canonoy y todas sus posesiones fueron arrasadas por el tifón Haiyan, conocido en Filipinas como Yolanda, y considerado el más devastador en la historia del país. Violeta no puede contener las lágrimas al recordar aquellos trágicos días, en los que murieron más de 6.300 personas y más de mil se dieron por desaparecidas. “Yo estaba contenta porque toda mi familia estaba bien”, afirma conmovida. Y añade, estoica: “No ha sido duro, porque para mí ha sido como una prueba”. Tras la desgracia, el matrimonio y los hijos se marcharon una temporada a Manila con unos familiares, ya que Tolosa estaba totalmente arruinada.

Dos meses después, regresaron a su hogar, y pudieron reabrir el negocio -no sin dificultades- ya que la ciudad comenzaba a levantar cabeza. La respuesta internacional ante el desastre había sido abrumadora. Cruz Roja Española estuvo presente en la emergencia desde un principio, enviando a la zona ayuda humanitaria y siete equipos potabilizadores de agua, que se colocaron en la ciudad de Tolosa, a unos cientos de metros del restaurante de Violeta. En estos dos años posteriores, a través de sus proyectos de Cooperación Internacional, y en coordinación con Cruz Roja Filipina, Cruz Roja Española ha continuado apoyando la recuperación de la población. Por un lado, con la construcción y reparación de más de 7.000 viviendas; y por otro, con la entrega de ayudas económicas a más de 4.500 familias para que pudieran recuperar, mejorar o diversificar sus fuentes de ingresos.

Violeta Canonoy recibió 12.000 pesos filipinos de Cruz Roja, con los que compró alimentos, cuchillos, cestas, vasos… Lo necesario para poder levantar de su negocio. También los utilizó para comprar una estantería de cristal, donde muestra los alimentos que prepara a diario. Manjares de tradición filipina, pero que tienen nombres que recuerdan al español: “kalderata”, “menudo”, “skabitchi” o el “adobo”. “La situación está mejorando. Los medios con los que me gano la vida están… vivos, que ya es algo”, afirma. Aunque su plan, admite, es “crear un restaurante más grande”, que dé cobijo y alimento a todos los estudiantes de la zona. No es solo un sueño. Es también un reto y una manera de afrontar la vida.