Juan Pablo Zurdo - Le comunicaron el diagnóstico con 17 años, cuando finalizaba el curso y solo pensaba en las vacaciones de verano. Pero de aquella prueba que pudo costarle la vida nació "una vida mejor", y el compromiso de ser voluntario en Cruz Roja para mejorar la de los demás.
Nunca olvidará cuando en aquella habitación de Oncología entraron por primera vez dos chicas con chalecos rojos. "Hola Darío, ¿quieres jugar?". "Pues claro que quiero jugar". Así, en plena lucha contra la enfermedad (dos operaciones, una de ellas de nueve horas, radioterapia y quimioterapia), tomó la decisión de ponerse uno de esos chalecos en cuanto recuperase la salud.
"Están cansados de batas blancas, sondas, máquinas con pitidos... Son niños, solo quieren divertirse con un amigo. Entras, le sonríes, le preguntas cómo te llamas, choca esos cinco y a jugar". El grupo de más de 30 voluntarios y voluntarias al que pertenece aplica ese otro tipo de terapia humana, la transfusión de ánimo cuando más falta hace. También a las familias, incluso a los profesionales médicos. "Tener una actitud positiva ante la enfermedad es muy importante para curarse, o para superar cualquier otra difi cultad en la vida". Quién mejor que él para explicarlo.
Por eso recuerda a Manuel, un niño de tres años que era un torbellino de risas en Oncología Pedriátrica. O a Sandra, la chica diagnosticada con su mismo tipo de cáncer. "Sentí cómo lo que yo había superado la ayudaba. ¿Qué puede haber más bonito?" Nadie quiere estar enfermo, dice, pero incluso una experiencia así regala cosas buenas: una familia más unida, hacerse más fuerte, aprender a valorar las cosas de verdad importantes, escoger la profesión que le apasiona (profesor de Primaria), los amigos entrañables en Cruz Roja... "Y mi novia, que también es voluntaria en el hospital". "No sé qué pasará en adelante, pero no dejaré de ser voluntario donde sea, por nada del mundo".