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Un día, mi día...

2ª participante en la iniciativa #DíadelLibro de SerCuidadorA

            La mañana estaba empezando a tomar color. Por fin el sol iluminaba este día libre para disfrutarlo sin hacer nada. ¿Nada? Nada cotidiano, nada rutinario.

Había que pensar que  hacer para no desperdiciar esa jornada.

Ropa cómoda, mochila y a campear, como solía llamar los paseos campestres a las afueras de  la ciudad  llena de gente y vehículos. Y hoy era uno de ellos.

Tumbarse en el césped, cerca del pequeño cauce del río y mirar al cielo azul, viendo alguna que otra pequeña nube  de paso que hacía las delicias de cualquiera.

            Casi perdida la noción del tiempo miró el reloj; hora de tomar algo para llenar un poco el estómago. Ni siquiera había desayunado, había dado el día libre también a esa rutina.

            En la tarde y aún con un buen sol, tomó el camino del lugar donde le gustaba pasar algunos ratos tomando un café bombón. Aquella terraza con vistas maravillosas y buena temperatura vespertina.

            Era San Jorge y empezó a pensar en aquellos libros que nunca regresaron a sus manos, libros perdidos que nadie le devolvió y ya no volverían más. (Dicen que los libros tienen orgullo, una bonita forma de decir que los has perdido)

Ante el dulce y aromático café tomo la agenda que siempre llevaba consigo y empezó  a hacer una pequeña lista de aquellos libros, sobre todo de los que jamás se hubiera desprendido. Aún era horario comercial, pagó y se marchó a una librería.

Eligió tres de los títulos que había ¿perdido¿ y los pagó. Esos nunca volverían a salir de su biblioteca. Y así seguiría en adelante,  hasta reponer aquellas ausencias literarias.

Había que volver a casa, el tiempo libre se acabó.

El día había transcurrido como ella deseaba y eso era lo importante.

 

C. G. Garrido de Granada    
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