Soy voluntaria de Cruz Roja desde hace poco mas de un año. Dedicar una parte de mi tiempo a los demás, hacer voluntariado, era algo que siempre aparecía en mi agenda como asignatura pendiente, una más de la larga lista de buenos propósitos que cada año me hacía, pero esa página siempre quedaba en blanco en espera de un mejor momento. La vida, sin yo buscarlo, silenciosamente, como suceden las cosas importantes, me acerco la posibilidad de tender una mano a mujeres que llegaban del otro lado del Atlántico o del Este de Europa. Venían a limpiar en nuestras casas, cuidar a nuestros hijos, a nuestros mayores, traían poco equipaje, aunque sus maletas estaban cargadas de esperanza e ilusiones. Lejos quedaban sus casas, sus familias, su tierra. Ellas me hicieron ponerme delante del espejo y verme a mi misma reflejada.,ellas me obligaron a no continuar mirando hacia otro lado, arrastrando innumerables excusas para no actuar. Su realidad se colaba en mi vida. Un día, una buena amiga, comprometida con este entorno, me ofreció la posibilidad de canalizar los deseos y esfuerzos, que esta nueva situación social nos reclamaba, formando parte del voluntariado de Cruz Roja. Desde ese momento soy una más del grupo de voluntarios/as de Cruz Roja Española en Fuengirola, juntos aunando esfuerzos intentamos hacer que esos deseos de acercarnos a los demás, a los que nos necesitan, sean realmente efectivos y que nuestra labor llegue cada día un poco mas lejos . Ahora son mis compañeros/as y todas las personas que diariamente se acercan a nuestra Asamblea, confiando en nosotros, los que me han enseñado a no tener miedo al compromiso con las necesidades de nuestra sociedad. Ser voluntaria de Cruz Roja me ha abierto los ojos y me ha descubierto que no debemos dejar asignaturas pendientes y pasar páginas en blanco.
