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Con otra mirada
 

 

Con frecuencia, cuando oímos hablar de las personas en situación de dificultad social, de sus problemas para incorporarse bien al mercado laboral bien a otros ámbitos de la sociedad se nos vienen a la mente ideas, frases hechas que, muchas veces, no se corresponden con nuestra propia experiencia y que, repetidas una y otra vez, acaban actuando como barreras que hacen aún más difícil el objetivo de que estas personas lleguen a ser una parte activa de una sociedad construida entre todos y todas.
 

 
 
Cuando las entidades sociales llaman la atención sobre los obstáculos que quienes están en situación de dificultad social han de superar para acceder al mercado de trabajo, muchas personas piensan “yo tampoco tengo trabajo” “yo tampoco puedo trabajar en aquello para lo que me formé”. Es evidente que encontrar un empleo, o un empleo acorde a nuestras capacidades, no siempre resulta fácil para muchos de nosotros y nosotras. Sin embargo, se trata de no perder la perspectiva, de ser conscientes de que para muchas personas los obstáculos son más altos, y sus oportunidades para llegar a ser parte activa de nuestra sociedad son menores.

 
La desconfianza suele, muchas veces sin que seamos conscientes, estar presente en nuestra percepción de las personas que se encuentran en una situación de dificultad social. Desconfianza de su capacidad para superar una situación adversa, desconfianza de las competencias que adquirieron en su país de origen, desconfianza de su capacidad para desarrollar tareas de responsabilidad, o para promocionar en su empleo… Esta desconfianza nos hace olvidar que todos y todas podemos aportar y contribuir activamente al desarrollo de nuestra sociedad, y aleja a estas personas de la igualdad de oportunidades.

 
A veces cuando oímos hablar de las dificultades a las que las personas inmigrantes han de hacer frente para incorporarse a nuestra sociedad -acceder a un empleo, a una vivienda…-, nos viene un pensamiento a la cabeza “¿no estarían mejor en su país…?”. Esta idea nos hace olvidar que, casi siempre, la decisión de emigrar, de dejar atrás lo que se conoce, la familia, las amistades…, es una decisión forzada por la necesidad de buscar la oportunidad de una vida más digna que la que se tiene en el propio país. La gran mayoría de las personas inmigrantes proceden de países que no son pobres, sino que han sido empobrecidos por las normas que rigen, a nivel mundial, el actual modelo financiero. Hoy en día, las tres cuartas partes de la población del planeta viven en estos países empobrecidos que, en muchos casos son, países ricos en materias primas.

 
Esta es una frase que con frecuencia se escucha cuando se habla de la llegada a nuestro país de las personas inmigrantes. Nos olvidamos de que la libre circulación y la elección de residencia en el territorio de un estado es uno de los derechos fundamentales que, según se recoge en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tenemos todos los habitantes de este planeta. Pero también nos olvidamos de que, en el conjunto del Estado español, el trabajo de las personas inmigrantes ha sido un factor significativo, en los últimos años, de nuestro desarrollo socioeconómico. Pero, sobre todo, nos olvidamos de que la diversidad -de orígenes, de procedencia, de formas de entender la vida…- es un factor de enriquecimiento sociocultural y es una oportunidad para, entre todos y todas, avanzar hacia una sociedad más justa y cohesionada.

 
La idea de que las personas en situación de dificultad social, y muy especialmente las personas inmigrantes, son prácticamente las únicas usuarias de los recursos sociales, es una de las más extendidas. Los datos contradicen esta afirmación, pero esto no impide que frases como “todas las becas y ayudas son para ellos…”, “los servicios sociales están colapsados…” sean habituales. Al pronunciarlas, nos olvidamos de que los recursos sociales han de ajustarse a una realidad sociodemográfica. Y si esa realidad cambia porque en nuestro barrio, nuestro pueblo, somos más habitantes porque se han incorporado nuevos residentes, entre todos y todas tendremos que reclamar unos recursos sociales para todas aquellas personas que los necesiten.

 
 
 
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