No es fácil trabajar con continuos controles armados a nuestro paso, que nos piden una y otra vez los papeles siempre en regla, o vigilando nuestros trayectos para no entrar en un zona insegura. Tememos que tener tanta cautela propia e impuesta reduzca la eficacia de nuestra labor, limite nuestra capacidad de movimiento y repercuta en nuestros proyectos. Nos esforzamos el doble para que esto no ocurra. Sin embargo, es inevitable ir con pies de plomo: las noticias de robos de coches de ONG, asaltos a camiones con ayuda humanitaria e intimidación a cooperantes de diversas organizaciones se suceden. Y la consecuencia de abandonar ahora esta insegura intervención sería la anunciada muerte por hambruna de millones de personas.
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