En enero de 2004 el Comité Internacional de la Cruz Roja visitaba un terreno polvoriento donde se asentaba una aglomeración de 5.000 familias desplazadas, multitud que iba aumentando de forma caótica al ritmo de 100 familias diarias.
Ahora, ese lugar es el campamento de desplazados de Kassab, donde 25.000 personas conviven de manera ordenada, en buenas condiciones de higiene, con agua suficiente y recibiendo ayuda alimentaria y apoyo educativo y sanitario, entre otros servicios.
La vida en Kassab, como en los otros campos de desplazados, sigue siendo dura, pero cuando ves un grupo de mujeres reunidas en torno al pozo de agua potable, una madre haciéndole beber la vacuna a su bebé, una familia recogiendo su suministro semanal de alimentos, … te das cuenta de que el esfuerzo de muchas personas, ayudando sobre el terreno o facilitando fondos para apoyar esta actuación, sí que sirve de mucho.
El conflicto de Darfur no se resolverá fácilmente. Los millones de personas afectadas no recuperarán su vida en un plazo breve. Esta certeza, tan desesperante para los que se sienten solidarios con todo ser humano, queda algo matizada al comprobar que no sólo están ayudando a salvar la vida de miles de víctimas abocadas a la inanición, sino que están contribuyendo a proporcionarles un día a día más llevadero y colaborando al mismo tiempo en mejorar su futuro.
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