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“Estados de la materia” es el capítulo que está estudiando Carolina, de 10 años, en el espacio de Cruz Roja donde cada tarde después del colegio se reúnen niños y niñas para repasar la lección, ayudados por voluntarios y voluntarias. |
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Hoy son siete los pequeños de entre 5 y 11 años que ocupan las mesas y sillas de la sala. Cada uno está absorto en su tarea, mientras las voluntarias de esta tarde van paseando de unos a otros, para asegurarse que han entendido bien la lección y dedicarles un gesto o unas palabras cariñosas.
“Sólido, líquido, gaseoso…” destaca en el libro de Carolina. Junto a ella, su compañero Pablo, algo menor, experimenta con la materia sólida de su bocadillo; se le resiste un poco, por haber acabado el líquido de su zumo antes de tiempo.
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Aquí los niños y niñas, antes de emprender el trabajo, reciben una merienda nutritiva, para compensar la alimentación de casa, que, debido a las condiciones económicas de las familias, a veces no puede ser todo lo completa que necesita un menor en pleno desarrollo.
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Y es que los colegiales que acuden a este servicio de Cruz Roja provienen de hogares con pocos recursos, en muchos casos debido a la crisis. Llegan aquí derivados por los servicios sociales de la ciudad, o porque sus padres ya han tenido que recurrir a otros servicios de la organización.
De lunes a viernes, los voluntarios van a buscarlos después de clase para acompañarlos hasta aquí; algunos, si su escuela está cerca y su edad lo permite, vienen ellos solos.
“Te lo tienes que acabar todo”, le recuerda una voluntaria a Pablo, “ves a por un poco de agua para que te pase mejor”, le aconseja, mientras se sienta junto a la pequeña Nerea, concentrada en dominar el lápiz y mantenerse dentro de las rayas que le marca su cuaderno de caligrafía. “Te está quedando muy bien”, la anima.
En otra mesa, el mayor del grupo, Javier, me mira con curiosidad descuidando la lectura de su libro de texto. “No os dejo trabajar ¿verdad?”, le pregunto, y vuelve a dirigir sus ojos a la página. |
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Cuando no hay visitas extrañas como hoy, los niños pueden estudiar aquí en un espacio adecuado, con la supervisión y el apoyo de los voluntarios y no se quedan solos en casa, mientras sus padres trabajan o buscan un empleo. Así, aunque la familia tenga problemas económicos, los estudios de los pequeños no tienen por qué resentirse.
Con salas como estas por todo el territorio español, Cruz Roja pone su granito de arena para apoyar el rendimiento escolar y la nutrición de los niños de familias con escasos recursos, y que así, estos pequeños tengan las mismas oportunidades que otros que están en mejor situación.
Es algo muy importante, porque de la crisis saldremos algún día, pero a estos niños nadie les va a devolver este tiempo. Les digo adiós y dejo a voluntarios y estudiantes forjando un futuro más sólido.
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