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Con frecuencia pensamos que la lucha contra la exclusión social, el trabajo para que las personas en situación de dificultad social accedan a un empleo, es una tarea de las administraciones públicas, de las entidades sociales, de las personas expertas en la materia… En definitiva, que las y los ciudadanos de a pie podemos hacer muy poco para cambiar este tipo de situaciones.
Y, sin embargo, tenemos un importante papel que jugar. Con frecuencia, en muchos casos sin ser conscientes de ello, levantamos barreras que hacen más difícil que las personas en situación de dificultad social puedan acceder a un empleo: cuando pensamos que una persona, por el hecho de venir de otro país, sólo está capacitada empleos que requieren baja cualificación, cuando creemos que una persona mayor ya no puede adaptarse a nuevas situaciones laborales, cuando nos argumentamos que hay personas que están así “porque quieren”… estamos añadiendo un obstáculo en su camino hacia la inserción laboral.
Sólo con cuestionarnos estos argumentos, con tomar conciencia de que es posible que sean estereotipos o prejuicios, con pensar que cada persona puede jugar un papel activo en nuestra sociedad, con reconocer que todos los ciudadanos y ciudadanas tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones, con actuar en nuestra vida cotidiana conforme a estas ideas, estaremos contribuyendo enormemente a una sociedad más justa e igualitaria. Basta con que nos detengamos un momento para
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