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  Informe   La vulnerabilidad ante el empleo   Estar en desventaja   Con otra mirada   Opiniones  
 

 
Charo Rubio, la opinión de una Psicóloga.

Administradora de IC Iniciativas.
 


 
  El empleo proporciona, ante todo, distintas oportunidades. La oportunidad de sabernos útiles con lo que estamos haciendo; la oportunidad de recibir una valoración por aquello que hacemos; la oportunidad, desde luego, de la autonomía económica, una de las llaves para la autonomía personal. La oportunidad para el aprendizaje constante: la oportunidad de sabernos siempre aprendices, capaces de mejorar, de superarnos. La oportunidad, a veces, del trabajo en cooperación con otras personas, del trabajo en equipo. La oportunidad de ejercer el derecho a valernos por nosotros y nosotras mismas como personas, y de relacionarnos con las otras personas desde la autonomía y no desde la dependencia.



  Si bien la situación de desempleo no es la “causa” en sentido estricto de las reacciones psicológicas, sí puede ser, desde luego, un desencadenante, un activador.


Consecuencias posibles a partir de una situación de desempleo pueden ser, entre otras, la depresión o la ansiedad. La depresión si la situación de desempleo nos lleva a creer que no valemos para nada, que somos personas fracasadas, o que tenemos la culpa de lo que nos ha sucedido; o si nos auguramos un futuro sin salida. La ansiedad si tememos ese futuro porque nos parece peligroso, arriesgado y como una amenaza a nuestra autonomía, nuestro sostenimiento y nuestro posible bienestar personal.


  Hay quienes tienden a describir fases en casi todos los procesos personales de pérdida. Por mi parte, creo más que las personas abordamos los problemas de la manera en que hemos aprendido a hacerlo y que, por lo tanto, no nos ayuda pensar en términos de fases fijas o preestablecidas.


Desde luego, sí hay un proceso que requiere, en primer lugar, asimilar la noticia, la realidad, sobreponerse al malestar interior que conlleva y, a continuación, buscar soluciones al problema que significa la pérdida del empleo. Cuanto antes nos pongamos a la búsqueda de soluciones, será mejor para nuestro proceso. Y es en este proceso donde cumple una función de suma importancia el apoyo externo de los equipos de orientación socio laboral.


  Me remito a la respuesta sobre los posibles efectos psicológicos. En la medida en que la naturaleza humana es un todo, y por tanto lo físico y lo psicológico están relacionados, pueden aparecer asimismo consecuencias físicas derivadas de la vulnerabilidad de la persona en esa situación.


  No es tanto el desempleo lo que afecta a las relaciones de afecto y de vida más cercanas de la persona que queda desempleada. Lo que afecta a las relaciones es la manera en la que esta persona afronta esta situación y la manera en la que su entorno afectivo es un facilitador o dificultador en este proceso. Y la nueva realidad no cambia estructuralmente las relaciones: tanto la persona afectada como su entorno se comportarán y se relacionarán de una manera muy semejante a la que lo hacían antes de aparecer este problema.


Por otra parte, lo que sí afecta al entorno inmediato son las condiciones de supervivencia de la familia, si ésta depende económicamente de la persona que está desempleada, puesto que la carencia de recursos implica a todos.


  No es que los sectores más vulnerables “vivan” el desempleo de una manea especial; lo que ocurre es que su vulnerabilidad es mayor; dicho de otra manera, las posibilidades de quedar sin empleo o de mantenerse sin empleo son mayores. Estos colectivos están en condiciones de desigualdad: tienen menor poder, menor red de relaciones susceptibles de ser fuente de empleo, menor nivel académico en ocasiones, menores derechos legales en el caso de la población inmigrante, menos facilidades para el acceso a los recursos existentes, entorno social con frecuencia también excluido o en riesgo de exclusión, estereotipos negativos que son dificultadores (personas que han estado en prisión, colectivos sobre los que pesa un imaginario social negativo, por ejemplo, la comunidad gitana, solo como ejemplos), cargas familiares en exclusiva a su cuidado (casi siempre las mujeres), y otros factores de injusticia y desigualdad.


  Desde luego la injusticia y la desigualdad son, a la larga, factores de riesgo para toda la sociedad, aunque quien la sufre directa e inmediatamente es la parte más débil. Pero puede haber efectos indirectos de malestar, desorden, conflicto y, desde luego, dificultad para una convivencia armoniosa que, a la larga, repercute negativamente en toda la sociedad.


 


Para las personas inmigrantes la falta de empleo tiene unas repercusiones mucho mayores que para la población autóctona; no son dificultades psicológicas, sino legales y sociales.


Las dificultades legales se derivan de una ley de extranjería que priva de derechos a las personas por el hecho de no haber nacido en este país o no tener la nacionalidad; con un permiso de residencia vinculado al permiso de trabajo, la pérdida del empleo conlleva la pérdida de todos los derechos.


Las dificultades sociales son consecuencia de un imaginario social, muy instalado en la población autóctona, que contempla al inmigrante como un “sujeto de trabajo”, como mano de obra y no como personas con derechos plenos, de tal manera que “si trabajas estás aquí, pero si no trabajas, regresa a tu país”.


Los proyectos migratorios pueden quedar truncados a partir del desempleo por estas dos dificultades, que se añaden a todas las otras consecuencias negativas señaladas en los apartados anteriores, amplificándolas.


 


Los caminos para afrontar el desempleo, especialmente desde situaciones de vulnerabilidad, desigualdad o exclusión, más que “grandes caminos” o “avenidas” son “resquicios”. Las oportunidades son pocas (y hay que buscarlas o crearlas) y las dificultades, muchas; si a eso le añadimos el malestar derivado de la conciencia de la dificultad, el panorama es muy, muy difícil.


Es preciso ponerse a la búsqueda de soluciones, y no deslizarse por la finísima línea que nos puede hacer confundir lo “difícil” con lo “imposible”. Esta confusión es importante detectarla porque es paralizadora: ante lo difícil hay que trabajar mucho, mientras que ante lo imposible lo sensato es no hacer nada.


En esa búsqueda de soluciones, el mejor camino inicial es pedir ayuda a los servicios de orientación sociolaboral, para que nos acompañen en el difícil proceso. Desde ahí pueden contribuir tanto a poner de relieve los recursos propios, como a brindarnos recursos externos.


 


Lo resumiría en tres palabras: actividad, actividad y actividad.


El desánimo que con frecuencia nos acompaña en una situación difícil, es el mayor obstáculo para salir de ella. A veces nos confundimos y creemos que hemos de tener ánimo para ponernos en marcha, para actuar; sin embargo, es al contrario: se trata de comenzar a actuar aunque no tengamos ganas, y en el transcurso de nuestro hacer, el ánimo se va recomponiendo.


Por eso, para iniciar el difícil, largo y, en muchos aspectos, infructuoso camino de la búsqueda de empleo, es inteligente pedir ayuda.


 
 
 
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