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Durante años, las manos de Sergey fueron instrumentos de alta precisión, pero, por la edad, ahora prefiere hacer trabajar el cerebro. Cirujano oncólogo en Rusia, llegó a Jaén en 2001, donde puso a prueba su capacidad de adaptación. –“Sabía inglés, italiano y alemán, pero no español, así que empecé como ayudante de cocina en un restaurante italiano”-. De ahí, a vigilante nocturno, donde le timaron –“Trabajé año y medio pero sólo coticé quince días”-. En Oviedo, Cruz Roja mejoró su situación: cursos de español y de oficios y un primer empleo de panadero. También la actual empresa, de productos lácteos, se la buscó Cruz Roja. Al principio se encargaba de empaquetar y almacenar, pero cuando se enteró de que la compañía planeaba comprar una industria en Europa del este, Sergey se ofreció a buscarla y a llevar la gestión de su remodelación. -“Ahora me siento bien, más tranquilo”- comenta Sergey, un cerebro en plena forma.
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