El anterior informe de este proyecto se centró en la crisis económica del país como la gran protagonista de los discursos de las personas participantes. Estos discursos se vieron corroborados por los estudios del momento que arrojaban el dato de un 29% de desempleo entre la población migrante durante el 2008 (con algunas fluctuaciones por trimestre). Dicho dato tenía que ser interpretado en relación al 18% de paro entre la población en general en España, el 16% aproximadamente de paro entre la población autóctona y en torno al 15% de población extranjera activa que había en el país en aquel momento. Es decir, se trataba de unas tasas de desempleo que afectaban especialmente a los y las inmigrantes.
Pues bien, 2009 se cerró con la persistencia de dicha situación y su continuación durante los primeros seis meses de 2010. Si bien en 2009 el desempleo entre la población migrante descendió al 25%, los análisis estadísticos del momento hacen la observación de que el tipo de desempleo tiene características diferentes y, desde algún punto de vista, más grave. Estos estudios (Pajares, 2009) demuestran que el desempleo de 2008 afectó principalmente a nuevos activos, es decir, personas que se incorporaban por primera vez al mercado de trabajo. La incorporación de nuevos activos presentó características diferenciadas entre autóctonos y extranjeros. Entre los primeros, los nuevos activos estuvieron formados principalmente por mujeres con edades comprendidas entre los 45 y 64 años, que probablemente a causa del desempleo del miembro sustentador del hogar, se han visto obligadas a salir al mercado laboral. En segundo lugar, los nuevos activos fueron jóvenes a partir de los 16 años. En el caso de las personas extranjeras, los nuevos activos parecen haber sido principalmente migrantes llegados de forma reciente a España (durante 2007 y 2008). Nuestro informe del año anterior daba cuenta, así mismo, de la presencia de mujeres extranjeras de origen marroquí fundamentalmente, que empezaban a buscar trabajo por primera vez en España a raíz del desempleo de sus maridos; así como de abuelas extranjeras, con edades comprendidas entre los 46 y 64, que buscan trabajo en la limpieza en horarios compatibles con el cuidado de sus nietos/as.
Pero esta situación parece haber variado durante 2009, ya que el desempleo afectará también, y de forma acusada, a quienes se encontraban insertos en el mercado laboral. Es decir, el paro comenzará a ser sufrido por las personas ocupadas (Pajares, 2009). De éstos, afectará fundamentalmente a quienes han tenido contrato temporal y por este motivo, seguirá golpeando fuertemente sobre los y las extranjeras. Unido a ello, habrá un grupo de personas que se verá afectado por los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) que se llevarán a cabo, con mayor énfasis, durante este segundo año crítico, tanto en el sector industrial, como en el de los servicios (particularmente de informática y telecomunicaciones).
Otra diferencia que se observará en la evolución del desempleo entre 2008 y 2009, será la heterogeneidad de sectores a los que afectará. Si bien el paro había empezado a afectar fundamentalmente al sector de la construcción, la caída de este importante sector para el caso de España, producirá un efecto rebote sobre el sector inmobiliario, el turismo, el comercio y la hotelería hacia finales de 2008, y continuará sobre la agricultura, el transporte, las actividades artísticas y algunos servicios sociales (como los gestionados por las ONG), durante 2009.
Así mismo, la aparente disminución del desempleo entre la población inmigrante de España (del 29 al 25% de un año para otro), debe ser interpretado en relación a una estabilización de los flujos migratorios hacia el país en el último período, estabilización que se debe a un caída drástica del número de entradas. Siendo éstas, por primera vez desde el 2000, similares al número de salidas por retorno. Mientras en 2008, 692.228 personas se habían dado de alta por primera vez en el Padrón Municipal y 232.007 se habían dado de baja por emigración, presentando un saldo migratorio de 460.221; en 2009, se dieron de alta 449.814 y emigraron 398.309, siendo el saldo apenas de 51.505 (ibídem). Esto influye en que el desempleo, para el caso de las personas inmigrantes, no esté tan relacionado a las "nuevas entradas" al país, como sucedía en 2008, sino a la pérdida de empleo de quienes ya lo tenían y por tanto, sea también más destructivo.
En segundo lugar, es preciso analizar el tipo de empleo que tienen las personas migrantes para comprender que no parece estar habiendo una recuperación sino más bien una reestructuración por sectores que actúa claramente en desventaja para éstas. En efecto, la población inmigrada pierde afiliaciones a la Seguridad Social en el sector más protegido del Régimen General y en el de autónomos, y presenta un aumento de afiliaciones en regímenes claramente deficitarios en términos de derechos laborales: el sector agrario y el sector del empleo del hogar.
Por ejemplo, en el Régimen General, los y las extranjeras pierden un 8,4% de afiliados, mientras los y las autóctonas pierden 3,8%. En el Régimen de Autónomos, las personas extranjeras pierden un 11,2% de afiliados y las personas autóctonas el 4,1%. El resultado es un retorno a los sectores tradicionales "para inmigrantes", y un reforzamiento de la etnoestratificación del mercado laboral español, en el que los y las extranjeras realizan los trabajos más duros, más precarios, más temporales y menos protegidos, tal como sucedía hace una década atrás y que parecía que iba superándose debido a los esfuerzos de integración social por parte del gobierno y de los programas de lucha contra la discriminación europeos y españoles. La crisis, sin duda, está ocasionando un enorme retroceso en materia de integración social y laboral de las personas extranjeras, muchas de las cuales llevan más de 10 años en el país.
Por nacionalidades, el desempleo y la pérdida de las afiliaciones afectan fundamentalmente a las personas ecuatorianas, colombianas, marroquíes y africanas en general. Sin embargo, algunas nacionalidades han aumentado su afiliación a la Seguridad Social, tales como la rumana, la búlgara, la china y la boliviana. Probablemente esto sea efecto de diversos elementos: el reconocimiento del estatuto de comunitarias de las personas rumanas y búlgaras, y de que las mismas parecen estar siendo preferidas en mayor medida en el sector agrícola; un aumento de la afiliación en el régimen de autónomos de las personas chinas emprendedoras, que con la crisis han ampliado sus opciones comerciales (tiendas de ropa y complementos, salones de juego y peluquerías); y de la obtención del permiso de residencia y de trabajo de las personas bolivianas por arraigo, que llevan más de dos o tres años en España, muchas de las cuales se insertan en el servicio doméstico, con cierto efecto de competencia con las personas ecuatorianas, colombianas y dominicanas que ya se encontraban en el sector.
Respecto al género, el desempleo ha afectado, durante 2009, en mayor medida a los hombres migrantes que a las mujeres migrantes (33,1% y 25,5% respectivamente). Pero el empleo de estas últimas continúa precarizándose.
Como veremos a lo largo de estas páginas, ellas se incorporarán a trabajos (incluso a los mismos que han ido perdiendo los varones, por ejemplo en la hostelería), pero con nuevas condiciones laborales, más precarias, más temporales y con peor salario; cuando no a un sector doméstico más denostado y que presenta mayor competencia (entre españolas y extranjeras, entre extranjeras de diferentes nacionalidades, entre mujeres jóvenes y mujeres mayores).
En resumen, el desempleo sigue afectando de forma acusada al colectivo de personas extranjeras y la reincorporación al mercado laboral parece estar siendo en condiciones deficitarias debido a la precariedad de los sectores en los que son demandadas.
Efectos en cadena del desempleo
El año anterior también apuntábamos a una larga cadena de efectos perjudiciales que el desempleo causaba entre la población inmigrante de España, relacionados fundamentalmente con las posibilidades de integración social. De este modo, hacíamos referencia a la pérdida de la vivienda unifamiliar comprada o alquilada, al retorno en algunos casos hacia la vivienda compartida o bien el hacinamiento; a la movilidad geográfica en el territorio español o europeo; al retorno al país de origen de alguno o varios miembros de la unidad familiar; a la mayor demanda de programas de emergencia social por parte de familias migrantes; a un aumento del racismo y la xenofobia… Durante 2010, estos efectos persistirán y en algunos casos se agravarán.
En primer lugar, persistirá la situación de desempleo de muchos varones produciendo que las mujeres busquen más medios de subsistencia familiar. Muchas mujeres, por ejemplo marroquíes, se plantearán buscar un empleo, fundamentalmente en el servicio doméstico, mientras sus maridos quedarán al cuidado de los y las hijas o bien retornarán a Marruecos "hasta que la crisis se termine". También se darán casos de mujeres latinoamericanas o de Europa del Este que, trabajando en el servicio doméstico por horas, se plantearán retornar el régimen de internas incluso cuando ya habían conseguido reagrupar a toda la familia. Estos procesos constituirán una reorganización de los hogares, no exentos algunas veces de tensiones y conflictos que pueden estar dando lugar a rupturas y separaciones. Un perfil particularmente afectado por la crisis viene siendo el de las madres solas que buscan desesperadamente trabajo y apoyo para sus hijos/as.
El retorno al país de origen continuará produciéndose, incluso en mayor medida que años anteriores, pero no será masivo y se preferirán otras opciones, como la de "probar en otro sitio", tanto en España como en Europa. El problema es que, como relatan nuestras participantes en los talleres, "todo el país parece estar complicado". Las mujeres nos cuentan cómo, habiendo migrado de provincia o región, su problema de desempleo persiste. Por tanto, la movilidad geográfica en la actualidad, si bien sigue teniendo el objetivo de encontrar trabajo, también está teniendo otro que es el de "reducir gastos": las grandes ciudades son caras, las intermedias o pequeñas permiten vivir con menos dinero.
Respecto a la irregularidad sobrevenida, si bien el año pasado apuntábamos hacia un repunte de la misma por la imposibilidad que muchas personas migrantes tenían de reincorporarse al mercado laboral formal para poder renovar sus permisos de residencia y de trabajo, este año se observa que los casos se agudizan debido a las dificultades que parece estar habiendo en los procedimientos de regularización por arraigo. Los requisitos se hacen más exigentes y la obtención de un contrato de trabajo formal con duración superior a un año es prácticamente un privilegio (en el caso del arraigo laboral, además de ser solicitado incluso para los casos de arraigo social por parte de algunas administraciones públicas). Esto se suma a la persistencia de los controles policiales efectuados sobre personas migrantes "étnicamente visibles" en lugares públicos y locutorios, así como la persecución de muchas de sus actividades de supervivencia (por ejemplo la venta ambulante o el "top manta"), lo que está dando lugar, en muchos casos, a la apertura de expedientes de expulsión, a la detención en los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE) y a la marginalidad (CEAR, 2010).
Las demandas de ayuda social, incluso de emergencia, siguen incrementándose. Mientras los talleres de participación de este año fueron menos que en años anteriores, la proporción de mujeres asistentes que estaban siendo usuarias de programas de alimentación y de ayudas económicas a la inserción o bien lo habían sido durante los dos últimos años, ha estado en torno al 35% (siendo éstas mayoritariamente madres solas). Los Servicios de Intermediación Laboral se ven obligados a trabajar, no sólo cuestiones de empleabilidad, sino también de protección social, más coordinados que antes con toda una serie de recursos para la integración.
Perspectivas futuras
Con este panorama no es fácil arrojar perspectivas de futuro, pero debemos resaltar algunos aspectos positivos de la situación. En primer lugar, la crisis está conllevando un proceso reflexivo en torno al modelo de crecimiento que se plantea el país para los próximos años. Todo parece apuntar a que se potenciarán sectores de media y alta cualificación, orientados hacia las comunicaciones, el transporte, la energía, la investigación, la informática y la tecnología. Lo cual exigirá mayor preparación por parte de los y las trabajadoras.
Respecto a los servicios, se están fomentando los llamados outsourcing, es decir, aquellos servicios especializados dirigidos hacia las empresas y que se gestionan mediante subcontratación. En ello debemos ver una oportunidad para los servicios a domicilio o de proximidad, entre los que se encuentran los de cuidado y de limpieza. Sin embargo, las medidas anticrisis no parecen haberles otorgado la importancia que se merecen, haciendo que las personas insertas en ellos continúen teniendo una menor consideración en tanto trabajadoras. Además, será preciso vigilar las formas de subcontratación para evitar mecanismos de explotación de la mano de obra.
Respecto a las migraciones, los hechos actuales apuntan hacia una estabilización y asentamiento de quienes ya se encuentran en el país, con una leve incidencia de los retornos. Por tanto, las políticas de integración social y laboral seguirán siendo importantísimas, a la par que deberán ser reforzadas por la formación, la profesionalización y la especialización, no sólo de los y las hijas de origen inmigrante, sino también de sus padres y madres.
No obstante, no habrá una disminución de la demanda de mano de obra para los sectores actualmente considerados de baja cualificación, como son la agricultura y el servicio doméstico (debido a las demandas de la sociedad española, tanto en alimentación como en cuidados). Se calcula que en 2015, España contará con 50 millones de personas de las que el 26% se encontrará en situación de dependencia (Instituto de la Mujer, 2008). Por tanto, dignificar estos sectores, profesionalizarlos, equiparar sus condiciones laborales al resto de sectores y equiparar sus salarios, debe ser un objetivo prioritario, ya que todo ello contribuiría a combatir la economía sumergida que los caracteriza y a incrementar las afiliaciones a la seguridad social, con todo lo que ello supone de contribución a la sociedad en general.
Finalmente, sería importante canalizar la fortaleza, la motivación y la predisposición que muchas personas migrantes manifiestan a la hora de construir la economía del país. Las mujeres participantes a los talleres han mostrado en todo momento su capacidad para hacer frente a las situaciones más extremas, dando cuenta de un enorme optimismo respecto a lo que la vida les depara.
INSERCIÓN LABORAL DE LAS MUJERES INMIGRANTES SEGÚN SUS PERFILES
(a) Mujeres con baja cualificación
Uno de los aspectos más destacables del grupo de mujeres con baja cualificación, es el de que la mayoría está inserta, o lo ha estado durante el último año, en el sector del servicio doméstico (salvo unas pocas que han trabajado temporalmente en la agricultura o la hostelería). Es de destacar también que las propias mujeres buscan empleo fundamentalmente en este sector, intuyendo que es uno de los pocos que les permitirá alguna oportunidad. También es preciso señalar que el "retorno al empleo del hogar" (aún cuando muchas hubieran frecuentado otros sectores con anterioridad) tiene relación directa con la crisis económica que experimenta el país desde finales de 2007. Pero no se trata de un retorno a un sector consolidado, sostenible y apto para hacer frente a las necesidades de la vida, pese a las dos décadas de experiencia que España viene teniendo en relación a la expansión de los servicios domésticos mercantilizados. Por el contrario, se trata de un retorno a un sector que en los dos últimos años ha visto empeorar sus condiciones laborales y salariales.
Muchas de las mujeres migrantes con baja cualificación, que años anteriores ya se encontraban trabajando en el servicio doméstico, habían conseguido negociar sus condiciones con sus empleadores, así como continuar su formación en el sector profesionalizado por los llamados servicios de proximidad (Ayuda a Domicilio, Auxiliares de Geriatría, etc.). Incluso la propia expansión y mercantilización del sector había ocasionado que las familias españolas perdieran ciertos prejuicios sociales respecto a la externalización del cuidado y optaran, cada vez más, por contratar a personas dentro de sus casas para estas tareas. Dentro de estos hogares, cada vez más, se fueron relegando en la empleada del hogar nuevas tareas no consideradas en los contratos verbales iniciales, o se les fue ampliando su jornada laboral (debido a la propia intensidad de los trabajos reproductivos y a la cada vez mayor incorporación de la mujer española en el mercado productivo).
No obstante, la crisis también ha golpeado fuertemente este proceso de mercantilización y externalización de las tareas reproductivas. El paro, al afectar también y en gran medida a las mujeres españolas, ha ocasionado que muchas de éstas volvieran a ocuparse de las tareas del hogar o de cuidado, desplazando a la empleada contratada o restándoles horas de su jornada.
En algunas CCAA, la gestión de la Ley de Dependencia1 ha contribuido también a este proceso, en tanto mujeres españolas mayores de 40 años que unos años antes hubieran querido optar por trabajar en el mercado productivo, han optado, sin embargo, por quedarse en el hogar al cuidado de una persona dependiente calificada como tal en la Ley, a cambio de lo cual han pasado a recibir un pago, que difiere dependiendo de la CCAA que lo tramita, pero que puede estar situado entre los 400 y los 650€. Es posible que este "salario" no consiga cubrir todas las necesidades que puedan tener muchas mujeres españolas, pero en algunas ciudades o pueblos podrían ser de gran ayuda (cuando se tienen cubiertas las necesidades residenciales). Este puede ser uno de los factores que influye, en algunas CCAA, en una menor recurrencia al servicio doméstico y de cuidado contratado. Es un hecho constatado (Díaz Valero, 2009) que la mayoría de las personas que solicitan la ayuda para ejercer como cuidadoras informales son mujeres.
Así las cosas, en otras CCAA, se permite que la ayuda a la persona cuidadora informal sea en realidad una ayuda para el pago del salario de una cuidadora profesional contratada. Lo que sucede es que la ayuda no alcanza para cubrir un contrato laboral formal a jornada completa y se opta más bien, por compatibilizarlo con la Ayuda Domicilio que tramitan los Ayuntamientos, a través de empresas privadas de servicios.
Varias mujeres participantes en los talleres nos han relatado cómo ellas suelen trabajar contratadas en Régimen General por parte de una empresa de servicios para llevar a cabo la Ayuda a Domicilio (AD) (que suele ser entre unas 15 o 25 horas semanales, dependiendo del Ayuntamiento que lo tramite), y por las tardes, o bien trabajan en el mismo hogar donde brindan la AD, o bien en otros pero sin contrato.
Por lo dicho, podemos decir que la Ley de Dependencia está teniendo un cruce perjudicial con la crisis económica, en tanto su regulación provoca efectos no deseados en estos tiempos:
1 Ley Orgánica 39/2006, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia.
Otro efecto de la crisis sobre el empleo del hogar, esta vez ya no relacionado con la gestión de la Ley de Dependencia, está siendo la reducción de la jornada laboral de las empleadas a unas "pocas horas" a la semana. Llama la atención como la mayoría de las mujeres asistentes a los talleres, al ser preguntadas por su actividad laboral actual, han respondido "hago unas horitas". Esto pese a que todas buscan cubrir una jornada completa, pero les está siendo muy complicado.
Finalmente, otro efecto de la crisis es la sustitución del empleo de hogar a jornada completa (40 horas semanales), por el de interna, de mujeres que ya lo habían dejado hacía tiempo.
Este proceso tiene efectos perjudiciales en diversos sentidos:
En definitiva, la crisis ha hecho aflorar estos mecanismos y pone en evidencia que, pese a la Ley de Dependencia, el trabajo doméstico y de cuidado sigue estando en peor consideración que el resto de sectores.
Las modulaciones de la integración social a partir de la variable "tiempo en España"
La crisis económica ha restado capacidad de integración a la variable del tiempo vivido en España. Supuestamente, las personas que llevan más tiempo en el país deberían estar mejor preparadas para soportar una crisis económica, pero en algunos casos no está siendo así, sobre todo para quienes tienen baja cualificación y hayan estado insertas en los sectores más precarios y temporales antes de la crisis, así como en los más castigados durante la misma. En los talleres han participado mujeres que llevaban en el país más de cinco años, algunas incluso más de 10, que se encuentran igualmente afectadas por el desempleo y sus problemas asociados. Ya apuntábamos en el informe del 2009, que la reincorporación al mercado laboral de las migrantes que habían quedado en paro durante 2007 y 2008, estaba siendo más difícil para el caso de quienes tenían una calificación baja. Por tanto, las recomendaciones en este sentido, pasaban por una mejora de la formación y una profesionalización del empleo del hogar, sector en el que en mayor medida estaban teniendo alguna oportunidad. Sin embargo, dado que las condiciones laborales en este sector continúan empeorando, la formación de las empleadas no será suficiente. Será preciso acompañar este proceso con otro más orientado hacia la abogacía social con el fin de implicar a todos los agentes políticos en el terreno y plantear cambios normativos de relevancia en torno al sector del empleo del hogar, así como su mayor consideración en los programas "anticrisis" de las administraciones públicas.
Siguiendo esta vía, se deberá tener en cuenta a las propias empleadas del hogar como interlocutoras válidas, ya sea a través de sus asociaciones o de sus plataformas. Las mujeres participantes en los talleres, dedicadas al empleo del hogar en España durante varios años, han dado cuenta del conocimiento que tienen sobre el sector (incluso a nivel estatal), de sus derechos y obligaciones y de lo que se debería modificar para mejorar su situación. Cuanto más tiempo llevan en el sector, mejor se desenvuelven negociando sus condiciones laborales y salariales y se muestran más empoderadas. Ha contribuido a ello la expansión de la oferta formativa en el sector, gestionada o tramitada por los Servicios de Empleo, tanto públicos como privados, así como por la Ley de Dependencia y el Fondo Social Europeo. Pero se siguen observando deficiencias en este sentido. Por ejemplo, no ha habido variaciones respecto a una necesaria certificación de los cursos por parte de los organismos públicos correspondientes, con el fin de que las titulaciones obtenidas sean aptas y válidas a nivel estatal. Y la puesta en práctica del Real Decreto 1224/2009, de reconocimiento de las competencias profesionales adquiridas por experiencia laboral, parece estar siendo lenta, sobre todo respecto al reconocimiento del empleo del hogar o de cuidado2.
2 Existe actualmente el Programa Acreditat-t para la acreditación de competencias profesionales en el ámbito de la educación infantil y en la atención a personas dependientes en el ámbito domiciliario y en el ámbito sanitario. Este Programa es gestionado desde la UNED, en colaboración con los Ministerios de Igualdad, Educación y Trabajo e Inmigración. Sin embargo, todavía se encuentra en sus fases iniciales, la formación de los técnicos asesores y evaluadores de la experiencia laboral. Se puede consultar en:
Martínez Agut, M. P. (2010): El Programa Acreditat-t para la acreditación de competencias profesionales.
Disponible en: http://quadernsanimacio.net/pdfs/Acreditac.pdf (consultado 29 de julio de 2010).
Por tanto, para las mujeres que llevan mucho tiempo en España, si bien han visto un progreso en relación a la mejora de su empleabilidad en el sector de los cuidados y doméstico (pasando en muchos casos al Régimen General a través de la Ayuda a Domicilio), éste no está sirviendo de potente malla de contención a la crisis, ya sea porque se trata del sector donde en mayor medida pueden ver rebajados sus derechos debido a su deficitaria regulación o a contrataciones a tiempo parcial, o ya sea porque no han visto totalmente reconocida su experiencia o su formación hasta el punto de ser consideradas mujeres con cualificación en la materia.
Del lado de las mujeres que llevan escaso tiempo en España (a partir de 2007), sus condiciones en el empleo del hogar siguen siendo similares a las que por regla general ha habido para las migrantes recién llegadas y en situación de irregularidad: sin contrato, principalmente como internas y con bajos salarios. La diferencia estriba en que se han reducido drásticamente las posibilidades que estas mujeres tendrán para poder regularizar su situación en el futuro, debido a un mayor temor por parte de las familias españolas a comprometerse en la realización de un contrato laboral formal a tiempo completo, que sería el requisito fundamental para acceder al arraigo laboral. Al mismo tiempo, los controles policiales relativos a la irregularidad jurídica de los y las migrantes en España, que se vienen dando desde 2008, sumergen a estas mujeres en el aislamiento social, por el temor a salir de las casas donde trabajan, todo lo cual cercena sus posibilidades de participar en redes de apoyo y de informarse y acceder a los recursos que podrían empoderarlas en aras a defender sus derechos. Además, el hecho de que se continúe contratando a mujeres migrantes irregulares como internas, desplaza a las migrantes regularizadas del sector de los servicios domésticos e incrementa la competencia entre nacionalidades. Por ejemplo, una de las mujeres participantes en los talleres nos ha relatado cómo ha permanecido encerrada en una casa, cuidando de dos personas mayores, durante tres meses, sin contacto con nadie más que con sus empleadores. Al cabo de un tiempo, ha podido conocer a un enfermero que asistía una vez a la semana a visitar a la pareja para hacer sus curas (al cual ocultaron la presencia de la empleada interna), y gracias a éste, la joven ha podido enterarse de que debía efectuar su empadronamiento lo antes posible y salir de esa casa en cuanto pudiera. Este hecho no es aislado, varias de las mujeres han relatado situaciones similares a su llegada a España, sobre todo en el ámbito rural.
Cuando existe un planteamiento de retorno al país de origen, es en mayor medida en este grupo donde podría estar dándose, siempre y cuando no estuvieran endeudadas económicamente fruto de su migración. Pero generalmente, las internas procuran aguantar su condición hasta el momento en el que encuentran otro trabajo como internas o bien como externas limpiando varias casas. También procuran trasladarse a otras ciudades, sobre todo las que han estado viviendo en el ámbito rural. El hecho de que les esté siendo más difícil regularizar su situación jurídica en España, las lleva a tener que vivir más tiempo en las casas de familias que las han empleado.
Relación entre edad y baja cualificación
La variable de la edad hace más compleja la relación entre el nivel formativo bajo y la inserción laboral en sectores de baja cualificación. Por lo general, en el sector del servicio doméstico, se prefiere a mujeres mayores de 35 años, incluso mayores de 40, presuponiendo su experiencia en las tareas domésticas y el cuidado, sólo por el hecho de ser mujeres o haber sido madres. Sin embargo, en la modalidad de internas, son más bien las jóvenes las que responden a las demandas del sector, debido a no tienen cargas familiares, o si las tienen, permanecen en el país de origen.
En la actual situación de crisis económica, algunas mujeres con hijos o hijas reagrupadas en España y mayores de 40 años, están aceptando trabajos como internas, ya que su salario puede estar siendo el único en la unidad familiar. Cuando tienen parejas, estos pasan a ocuparse de los y las hijas durante la semana, mientras que los fines de semana, la mujer regresa para compartir las tareas y estar con su familia. Cuando no tienen parejas, algunas cuentan con sus propias madres para el cuidado de sus hijos/as.
Se están observando casos de mujeres que se insertan como internas en los hogares, mientras sus hijas, mayores de edad, también lo hacen en otra casa. Ha sido llamativo la repetición de estos casos en los talleres de este año, lo cual da cuenta del nivel de necesidad económica de algunas familias migrantes, sobre todo monomarentales; así como de cierta reproducción de la condición subalterna de las hijas de origen migrante, que no finalizan la ESO o lo hacen pero no continúan estudios universitarios, y que presentan los mismos patrones de inserción laboral que sus madres. No obstante, esta reflexión debe ser constatada con investigaciones a nivel nacional que contemplen metodologías cuantitativas.
Las redes de apoyo para la inserción laboral
En mujeres migrantes de baja cualificación, las redes migratorias son fundamentales para acceder a la información, los recursos disponibles y al mercado laboral. Pero estas redes presentan características diferenciales por nacionalidad (Colectivo IOÉ y Fernández, 2010). Además, algunas de ellas están presentando problemas de "saturación" por la crisis económica y, por tanto, no están pudiendo responder como antes a las demandas de sus miembros (intercambio de información sobre trabajos, acogimiento temporal en caso de falta de vivienda, préstamos de dinero, etc.).
Entre las nacionalidades donde más se observa el agotamiento de las redes se encuentran la ecuatoriana y la marroquí (redes que tradicionalmente se han considerado fuertes), tal como nos han relatado las propias mujeres. Otras nacionalidades, como las de Europa del Este, las redes migratorias no han sido tan potentes, o bien han parecido actuar en gran medida en base al intercambio monetario, es decir, al pago de los servicios prestados (de transporte, búsqueda de trabajo, información, etc.). Algunas mujeres rumanas nos han contado sobre la existencia de "agencias" de contratación en origen que realizan una especie de "intermediación laboral" en diversos sectores: servicio doméstico, agricultura, construcción, hostelería e incluso en la prostitución. Si bien en otros países se dan también estos casos, en los de Europa del Este parecen tener cierta relevancia como forma de acceso e inserción laboral en España (y en general en Europa). En todo caso, con las mujeres de Europa del Este funciona más el apoyo dado por parte de miembros muy cercanos de la familia, como sus madres, hermanas o primas, así como parejas e hijos/as. La cercanía relativa de países como Rumania, Bulgaria o Ucrania facilita que algunos miembros de la familia retornen para probar suerte nuevamente en el país de origen, mientras que otros permanecen en España. Varias mujeres participantes, que constituyen familias monomarentales, nos han comentado que no desean volver a estos países porque no quieren encontrase con sus ex parejas.
Las redes migratorias subsaharianas están resistiendo con mayor fortaleza que otras los efectos de la crisis. Las mujeres procedentes de África aseguran apoyarse mutuamente, cuidar de sus hijos/as unas a otras, acogerse en sus casas y compartir los alimentos. También se acompañan unas a otras a los servicios públicos o recursos disponibles de protección social.
Nos ha llamado la atención el caso de las redes chinas, que parecen funcionar al margen de los circuitos de atención social y parecen también estar resistiendo con eficacia a la crisis económica. Quienes provenían de China nos han contado cómo la red se despliega durante todo el trayecto migratorio (aportando apoyo económico para el viaje), la acogida (en la propia casa de familiares y amigos), la inserción laboral (en los comercios o restaurantes gestionados por familiares o conocidos del país). También se apoyan en el aprendizaje de la lengua y de todo lo relativo a los procedimientos legales, tanto para la regularización de la situación documental, así como para el emprendimiento (régimen de autónomos, contrataciones, apertura de locales, impuestos, etc.). Una mujer china, asistente a los talleres, comentaba que todo esto era muy positivo para los miembros de su comunidad, pero dificultaba el contacto con la sociedad española, más allá de la mera relación comercial que actualmente se tiene. También ha hecho alusión a la enorme capacidad de emprendimiento de los miembros de su comunidad, que cuando observan que un negocio no está yendo bien, inmediatamente valoran qué otras posibilidades existen y las ponen en marcha, incluso fuera de los mecanismos legales de apertura de locales. Por ejemplo, la venta de bocatas y bebidas en la calle, en zonas de ocio nocturno, o la realización de masajes a transeúntes en los parques o sitios turísticos. Con la actual crisis, las comunidad china parece estar expandiendo sus posibilidades de negocio, llegando a abrir tiendas de ropa juveniles gestionadas por chicos y chicas chinas muy jóvenes; bares de copas, tiendas de complementos, tiendas de suministros para informática, salones de juegos, peluquerías, entre otros, que superan a los tradicionales rubros de la hostelería oriental, las tiendas de "Todo a 100" y los colmados de barrio.
En el otro extremo, el de las redes migratorias agotadas de algunas nacionalidades latinoamericanas, se observa un fortalecimiento de las redes familiares en origen, a las cuales se acude, esta vez, para pedir información sobre la situación en el país en aras a un posible retorno. Incluso en algunos casos, están sirviendo como contención económica, sobre todo si los familiares se encuentran en otros países más desarrollados (por ejemplo, en los EEUU).
Para las mujeres con baja cualificación, de cualquier edad, pero sobre todo mayores de 35 años, las redes son un soporte emocional, económico y social fundamental. Sin embargo, la crisis económica, los controles policiales, la irregularidad sobrevenida… suponen serios obstáculos al establecimiento de lazos de apoyo y contención, viéndose más vulnerables ante las dificultades que atraviesan.
Otros sectores de inserción laboral de mujeres migrantes de baja cualificación
Además del servicio doméstico, las mujeres migrantes con baja cualificación asistentes a los talleres, han trabajado en la agricultura y la hostelería. En los tres sectores existe una economía sumergida importante, aunque posiblemente esté presente en mayor medida en el servicio doméstico.
El hecho de que muchas hubieran trabajado en la agricultura se debe a que este año, los talleres se han llevado a cabo en regiones donde este sector ha tenido un crecimiento importante para su economía durante las últimas décadas (Castilla La Mancha y Murcia), o incluso antes (Extremadura). Las demandas de mano de obra en la agricultura se realizan de forma tradicional (por el boca a boca, la búsqueda de personal por parte de encargados o capataces) y mediante Empresas de Trabajo Temporal (ETT). Los primeros se dan mayoritariamente para los trabajos de recolección y para pequeños y medianos agricultores, mientras que la contratación por empresas se realiza en mayor medida para los trabajos de empaquetado dentro de las naves y para grandes corporaciones agrícolas.
Las ETT cuentan con una plantilla de trabajadores y trabajadoras disponibles para la realización de diversos trabajos de baja cualificación, que pueden pasar por varios sectores a lo largo de un año: agricultura, limpieza y algunas tareas de la hostelería. Muchas mujeres migrantes suelen ser llamadas por estas empresas para cubrir puestos extremadamente temporales, como los de sustitución de mano de obra que está de vacaciones o de baja laboral, temporada alta de vacaciones, festejos locales, congresos, etc. Las tareas que deben llevar a cabo son mayoritariamente para el apoyo al personal fijo: ayudantes de cocina, ayudantes de camareras en hoteles, empaquetadoras, limpieza de edificios y oficinas, ayudantes a domicilio, etc.
El tipo de contratación que tienen es en Régimen General, pero generalmente se las da de alta por día trabajado. Sus salarios suelen ser bajos (entre unos 40 y 80€ netos al día). El problema es la temporalidad y la disponibilidad que exigen. Las mujeres están pendientes de que se las llame. Algunas veces se las llama para que hagan una sustitución de una semana, otras para todos los fines de semana durante un mes, otras para cubrir dos horas al día, todos los días durante tres meses, entre otros ejemplos. En este sentido, las ETT funcionan como intermediadoras de una mano de obra totalmente disponible, flexible y apta para cualquier tarea de baja cualificación. El trabajo flexible y temporal perpetúa la situación de precariedad social de las mujeres, no permitiéndoles organizar su tiempo en base a las responsabilidades familiares que tienen, a su descanso o su ocio. Así mismo, perjudica a su proceso de integración social.
Por otra parte, los contratos diarios suponen un grave perjuicio para quienes están cobrando el subsidio por desempleo o alguna ayuda relativa al desempleo o por su situación de vulnerabilidad, ya que al darse de alta en la Seguridad Social por uno o dos días, deben darse de baja como receptoras de esos subsidios o ayudas, que al menos suelen ser de varios meses. Las mujeres se debaten entre aceptar este contrato por un día o dos o seguir cobrando el subsidio por desempleo o la prestación económica para quienes han agotado éste, sin tener que pasar por darse de baja y nuevamente de alta en estas prestaciones. Por todo ello, las participantes en los talleres que tienen experiencia en esta modalidad de contrataciones se llaman a sí mismas, de forma irónica, "personal mágico": aparecen y desaparecen del mercado laboral.
Finalmente, los contratos de este tipo no contribuyen a hacer aflorar la economía sumergida, más bien la alientan, en la medida en que las mujeres deben seguir buscando trabajo en esos mismos sectores o en el servicio doméstico sin contrato, para poder cubrir un salario mínimo.
Las posibilidades formativas de las mujeres con baja cualificación
En los últimos años, estas mujeres han visto cómo se ha ampliado exponencialmente la oferta formativa orientada hacia la inserción laboral y se han visto beneficiadas por la misma. Casi todas las mujeres han tenido alguna oportunidad para realizar un curso, a través de los Servicios Públicos de Empleo, de los Servicios de Intermediación Laboral, de los Ayuntamientos, de las ONG e incluso de empresas privadas de servicios (como las de vigilancia, Ayuda a Domicilio, o los supermercados). Sin embargo, ya apuntábamos el año pasado cómo varios de los cursos no están certificados convenientemente por el organismo público correspondiente, de modo que las mujeres puedan obtener una titulación homologada, que sirva para todo el país. También hacíamos alusión a las dificultades emanadas de la crisis económica respecto a las posibilidades formativas: gran demanda de formación por parte de personas desempleadas que ha ocasionado saturación de la oferta formativa; relacionado con ello, incremento de los requisitos de acceso para cribar la demanda, que muchas veces no pueden ser cubiertos por las mujeres (por ejemplo, que tengan la ESO finalizada y homologada); que estén en situación de desempleo (lo cual obstaculizaba el acceso a la formación a las mujeres que trabajaban tres horas diarias como Ayuda a Domicilio).
Durante todo 2009 y parte de 2010, estas dificultades persisten potenciadas por el incremento de varones extranjeros que demandan también acceso a la formación profesional para poder optar por un cambio en los sectores laborales. También existe una mayor demanda formativa por parte de personas autóctonas y de personas mayores de 45 años (tanto autóctonas como extranjeras), que antes no se planteaban "reciclarse" y ahora se ven obligadas a aprender nuevas profesiones.
Un elemento que es preciso destacar en este apartado, es el cruce que existe entre el "personal mágico" (que apuntábamos anteriormente, es decir, el que tiene que estar disponible todos los días del año y a cualquier hora, para ser llamado por una ETT para cubrir necesidades del momento), y los actuales requisitos para el acceso a la formación. Más concretamente, alguien que trabaje tres horas al día no puede acceder a los cursos del Servicio Público de Empleo (SPE) que se ofrecen en calidad de desempleado/a, porque se exige que sea demandante de empleo. Esto se agrava cuando la oferta formativa en algunas ciudades es sumamente escasa. En algunos sitios, es posible acceder a los programas de "mejora continua", que son para personas que están trabajando, pero esta formación debe circunscribirse al sector laboral en el que se desempeñan. El problema es que los cursos que existen para el sector de los cuidados (auxiliares de geriatría, por ejemplo), son los más demandados y no es fácil encontrar plaza.
Por tanto, es fundamental llevar a cabo un trabajo de abogacía social que permita hacer concientes a los poderes públicos respecto de la situación de las mujeres que son "personal mágico": no están totalmente desempleadas, pero los contratos que tienen son nefastos en términos de salario, disponibilidad y organización de sus vidas y la de sus familias. Algunas propuestas que las propias mujeres hacen es que se amplíen las plazas de los cursos, que se permita que las trabajadoras a tiempo parcial puedan inscribirse a cursos de mejora continua que no estén circunscritos sólo a su sector laboral y, muy importante, que se pongan en marcha los procesos de evaluación para la acreditación de la experiencia laboral para el sector de los cuidados, en todo el territorio español.
Mujeres de baja cualificación y situaciones de emergencia
En el grupo de mujeres con baja cualificación es donde más se han observado situaciones de verdadera emergencia social, siendo particularmente complicada la situación de las madres solas. Estas mujeres suelen acudir a su red de amigas, hermanas o a sus madres para que las ayuden con el cuidado de sus hijos/as, pero también están acudiendo, en mayor medida, a los recursos sociales existentes. Incluso algunas nos han contado que dependen, en cierta forma, de los programas de alimentos y ropa de Cruz Roja, Cáritas, la Red Acoge, parroquias y otras entidades. También algunas de ellas han procurado trasladarse de ciudad para abaratar costes (desde las más grandes y caras a las más pequeñas y baratas en cuanto a vivienda y alimentación), pero presentan menor movilidad geográfica si encuentran apoyo en los centros educativos donde acuden sus hijos/as y de las entidades de acción social. Es decir, muchas reciben becas de comedor y libros, ayudas económicas o alimentos y esto repercute en que les sea difícil tomar la decisión de buscar trabajo en otra región, aunque les hayan dicho que tenían posibilidad de encontrarlo (por ejemplo, en regiones agrícolas).
Dentro del grupo de madres solas, hemos observado uno en concreto que presenta todavía mayor riesgo de exclusión social: aquellas que son separadas. En efecto, las madres que han sufrido maltrato por parte de sus parejas masculinas y las que son divorciadas legalmente, tienen más posibilidades de acceder a determinadas ayudas, como las becas para el comedor escolar, los libros y otros recursos (en especial para mujeres en situación de maltrato). Pero las que no están divorciadas legalmente o no han presentado ninguna denuncia por malos tratos, son consideradas "casadas" y, por tanto, no acceden a las ayudas, salvo las que son de emergencia social. Se debe tener en cuenta que en muchos de los casos no están divorciadas porque sus parejas no quieren realizar los trámites necesarios o no firman la documentación del divorcio en el país de origen; o bien, las amenazan con hacerles daño si se divorcian por su cuenta. Es preciso considerar a este grupo como un perfil particularmente vulnerable, ya que se encuentran solas y con enormes dificultades para conciliar familia y trabajo.
(b) Mujeres migrantes con nivel formativo medio
Las mujeres migrantes con nivel formativo medio tienen una incidencia importante en los Servicios de Intermediación Laboral. El problema es que, por lo general, no tienen homologados los estudios secundarios. Además, existe una enorme variabilidad respecto al tipo de titulaciones secundarias que han obtenido en sus países de origen, algunas de los cuales no se consideran como "secundario obligatorio" o ESO en España. A ello hay que añadir que otras no han finalizado el bachillerato o el secundario obligatorio. El resultado es que estas mujeres presentan patrones de inserción laboral similares a las que tienen un nivel formativo más bajo.
Un dato interesante este año es que muchas sí han efectuado los trámites para la homologación de la ESO. Este hecho puede ser debido al requisito actual, por parte de los organismos públicos, de presentar la certificación de la ESO finalizada, para el acceso a la oferta formativa. Por tanto, se incrementan las posibilidades de que las mujeres puedan demostrar su nivel educativo y puedan acceder a empleos más acordes.
No obstante, el acceso a empleos de cualificación media depende de la capacidad de las mujeres de establecer redes de apoyo autóctonas, ya que por lo general, y debido a la crisis económica, también se insertan en el servicio doméstico o la Ayuda a Domicilio. El tiempo vivido en España y la posibilidad de formar una red de apoyo local son elementos importantes para que las mujeres migrantes de nivel formativo medio accedan a empleos con mejores condiciones laborales. Otro factor determinante es su paso por los Servicios de Intermediación Laboral. Existen diferencias sustanciales entre aquellas que han seguido un Itinerario Integral de Empleo y aquellas que no. La más importante de estas diferencias es la relativa al acceso a la formación continua y la especialización en España, y en segundo lugar, el conocimiento que tienen acerca de los recursos sociales.
Sectores laborales
Dentro de este grupo, se encuentran las mujeres que han tenido experiencias mucho más variadas. Además de los trabajos de cuidado y domésticos, han trabajado como camareras, cocineras, cajeras de supermercado, dependientas, administrativas, en venta inmobiliaria, jardineras, en el sector de la estética y otros. Pero algunos de estos sectores se han visto afectados por la crisis, por lo que han quedado en situación de desempleo, cobrando actualmente el subsidio en mayor medida que las que se han desempeñado sólo en el sector doméstico.
Respecto a las estrategias de inserción laboral frente a la crisis, este es el grupo que más movilidad geográfica presenta, pero cuando no tienen cargas familiares. Algunas se plantean el retorno pero orientado hacia un proyecto productivo, fundamentalmente en el sector servicios: comercio de ropa, estética y peluquería, casas de comida o locutorios. Estos rubros suelen requerir una inversión y por tanto son las mujeres que han logrado ahorrar dinero en España durante los últimos años (y las que llevan más tiempo en el país), las que se plantean esta opción. El emprendimiento de las mujeres con nivel de cualificación medio está más orientado hacia el país de origen que hacia España.
No obstante, la estrategia más utilizada es la de aprovechar el paro o el tiempo de desempleo formándose, tanto en los sectores que conocen como en otros nuevos con mayor salida laboral. En este sentido, son las mujeres que más posibilidades tienen de acceder a la oferta formativa debido a que están pudiendo homologar sus estudios secundarios, a que muchas están cobrando el subsidio por desempleo o la ayuda complementaria y a su mayor motivación para desenvolverse en trabajos con pronta salida laboral.
Discriminación por razón de origen
Las mujeres de este nivel formativo participantes en los talleres son las que más han experimentado situaciones de discriminación en el ámbito laboral, a diferencia de las que tienen una cualificación baja y trabajan en el servicio doméstico (donde la competencia entre nacionalidades es menor). Las mujeres migrantes que aspiran a trabajar en otros sectores, como el comercio, el marketing o las actividades administrativas, observan cómo en muchos casos se prefiere contratar a personas españolas en primer lugar, sobre todo en estos dos últimos años.
Quienes experimentan todavía mayor discriminación son las mujeres musulmanas que usan velo y las mujeres negras. Estas mujeres han relatado varios episodios en los que les han transmitido que "no pueden haber estudiado en sus países porque son países menos desarrollados", o bien, que si las contratan la clientela será reticente a su presencia. Incluso a alguna le han preguntado "si conoce lo que es un ordenador" o "si sabe escribir".
Un rubro donde sí han sido contratadas es en la venta de servicios o bienes "casa por casa", es decir, el marketing llamado "de calle". Algunas mujeres van por las casas ofreciendo los servicios de una empresa de energía para el hogar, telefonía o publicidad. Sin embargo, en la actualidad, también en este rubro están siendo reemplazadas por jóvenes españoles de nivel formativo medio. Ellas explican este reemplazo debido al mayor rechazo social hacia la inmigración, que ocasiona que los y las extranjeras no sean recibidos en los hogares fácilmente. Existe mayor temor y desconfianza respecto a la inmigración.
También hacen alusión a que la crisis ha fortalecido las redes de apoyo autóctonas que favorecen la inserción laboral de personas españolas en sectores en los que antes se contrataba a inmigrantes, por tanto, salvo en aquellos sectores que son de muy baja cualificación, la competencia ahora es mayor.
La mayor discriminación que perciben no se da sólo en el ámbito del empleo. En la convivencia local también han experimentado episodios en los que se han sentido "más extranjeras que nunca". Por ejemplo, algunas han sufrido acusaciones directas de ser la causa de la saturación de los servicios sanitarios, en las salas de los centros de atención primaria o las urgencias; otras han sido increpadas en paradas de autobuses, supermercados o colas de los bancos; relatan cómo han sido acusadas de ser la causa de los ruidos y los desórdenes en los edificios donde residen; los Servicios Públicos de Empleo son, para ellas, un espacio donde existe mayor tensión entre autóctonos y extranjeros y donde no se sienten bien atendidas. Aquellas mujeres que llevan más tiempo en España y que tienen amistades autóctonas, dicen comprender estas reacciones y no se sienten ofendidas directamente. Algunas matizan que las reacciones en contra de la inmigración son más bien reacciones de temor y efectuadas en gran medida por personas mayores, que se ven más influidas por los prejuicios. Sin embargo, a quienes más afecta es a las mujeres que llevan menos tiempo en España o que tienen problemas para regularizarse, ya que observan que "no son bienvenidas".
Otra explicación que las mujeres migrantes dan a las conductas de rechazo o racismo actuales tiene que ver con el hecho de que en los últimos años se han expandido por toda España los programas y proyectos de atención y acompañamiento específicos para la población inmigrante, hasta el punto en el que la mayoría conoce los recursos, está informada y puede optar a algún tipo de ayuda. También existen los programas en los cuales tener el estatus de extranjero es el único que permite el acceso. Por tanto, las personas españolas, que ahora también empiezan a frecuentar estos recursos debido a los efectos de la crisis sobre sus familias, comprueban que no pueden acceder a ellos precisamente por ser españoles. Esto se debe a que en realidad no cuentan con toda la información con la que cuentan las personas extranjeras, más "expertas" en el conocimiento de los recursos y en las posibilidades que tienen. Es preciso destacar, que las mujeres extranjeras que han conseguido la nacionalidad española tampoco pueden acceder a los recursos especializados para migrantes.
En todos estos casos, se hace necesaria la información acerca de los servicios o recursos a los cuales sí tienen acceso, cuando necesiten protección social o acompañamiento en la inserción laboral, para evitar una mayor expansión de la xenofobia.
El componente sexual atribuido a las mujeres migrantes jóvenes
Este grupo de mujeres ha hecho alusión a un tema que les preocupa: el atributo sexual que se les asigna según su procedencia. No todas han experimentado situaciones embarazosas respecto a estas atribuciones, pero algunas sí, sobre todo si son muy jóvenes y si proceden de Europa del Este, África subsahariana o algunas nacionalidades latinoamericanas (colombianas o dominicanas). En el ámbito laboral, estas situaciones se remiten a: entrevistas de trabajo en las que se les hace alguna alusión a su belleza y se las invita a "tomar algo después"; comentarios por parte de compañeros o personas del trabajo acerca de la relación entre inmigración y prostitución; demandas sexuales en el ámbito de la agricultura, entre otras.
Alguna mujer ha comentado cómo ha sido acusada de "robar maridos" a las españolas y refiere a que este estereotipo, que pesa sobre las mujeres migrantes, es más común de lo que se piensa.
Estas situaciones no pasan de comentarios y alusiones la mayoría de las veces, pero otras, pueden llegar a ser graves, como el acoso sexual (caso real relatado por una de las mujeres participantes en los talleres) o el despido en caso de que no accedan a las demandas. Por ello, se debe ampliar la información que reciben estas mujeres a los temas relativos al acoso en el medio laboral.
Experiencia laboral versus formación
Otro hecho preocupante para estas mujeres es la práctica, expandida en los últimos años, de contratar a las personas informalmente durante un período de prueba, que puede ir desde un fin de semana hasta 15 días, mientras se decide si serán contratadas formalmente al cabo de ese período. Cuando los empleadores deciden que no las contratarán, les pagan lo que consideran oportuno en ese momento y las despiden sin más, ya que no se ha efectuado ningún documento de compromiso que obligue a determinados derechos laborales. Esta práctica ha existido siempre y forma parte de la economía sumergida del país, pero parece que se ha visto expandida por la crisis actual. De esta forma, los empresarios "van probando a su personal" y mientras tanto, van rellenando la plantilla. Todo esto demuestra la importancia que la experiencia laboral tiene para los que seleccionan al personal de una empresa, por lo que las prácticas pagadas y en condiciones demuestran ser una opción ideal que deben ser potenciadas en mayor medida por parte de los Servicios de Intermediación Laboral.
Además, la crisis ha forzado a las mujeres de cualificación media a un cambio drástico de sectores laborales (del comercio, el marketing o las tareas administrativas, al servicio doméstico o la agricultura) suponiendo una falta de experiencia en los mismos, lo cual las ha llevado a tener que empezar de nuevo o dedicarse a la formación. Cuando no tienen experiencia en estos sectores nuevos para ellas, tienen mayores dificultades para que las contraten. De allí la insistencia en la formación con posibilidades de realizar prácticas.
(c) Mujeres migrantes universitarias
En los resultados de los talleres del año pasado, ya hacíamos alusión a que un título universitario no aseguraba la inserción laboral de las mujeres migrantes en sectores acordes con su nivel formativo o sus profesiones. Por lo general, estas mujeres debían insertarse prácticamente en los mismos sectores laborales que el resto de mujeres migrantes, al menos durante los dos primeros años de llegada a España (salvo que vinieran con un contrato en origen para trabajar en una empresa). También aludíamos a que muchas son seleccionadas por ser universitarias en puestos cualificados, pero se las contrataba con un nivel inferior, para pagarles menos. Durante 2009 y 2010, las mujeres universitarias que habían conseguido un puesto de cualificación superior en algunas ramas, fundamentalmente educativas y sanitarias, han sorteado mejor la crisis que otras, como la industrial o las sociales (en el Tercer Sector). Por tanto, la crisis ha afectado a algunas profesiones y no a otras. Pero debemos aclarar que, por lo general, el puesto que ocupaban y ocupan (las que se han mantenido), no suele ser exactamente el que ellas desearían.
Sectores laborales
Las historias que nos han relatado dan cuenta de su posición subalterna en los sectores cualificados, por ejemplo, licenciadas en ciencias económicas trabajando en marketing y ventas como comerciales; licenciadas en psicología, historia o filología trabajando como mediadoras interculturales; licenciadas en abogacía o arquitectura trabajando como administrativas. Además, muchas tenían contrato temporal, por lo que, dentro de los sectores más afectados por la crisis, son éstos los primeros en verse perjudicados por el desempleo. Los ejemplos que nos han relatado las mujeres dan cuenta de ello: están actualmente en paro las que han trabajado en el Tercer Sector, las que han realizado tareas administrativas en empresas relacionadas con la inmobiliaria, y las que se han desempeñado en el marketing y las ventas como comerciales. Debemos aclarar que este mismo problema sufren los y las jóvenes españolas recién tituladas y que tienen menor experiencia laboral.
Un trabajo que nos ha llamado la atención, ha sido el de captación de clientes para bancos de renombre en España. Hace unos años, cuando la inmigración se consideraba un vector de desarrollo para el país, los bancos han ideado productos exclusivos para este grupo: cuentas específicas, créditos hipotecarios, créditos para el emprendimiento en origen, seguros de repatriación para funerales en origen, etc. Estos productos necesitaban comerciales y los directores de bancos comprendieron que el mejor comercial sería también una persona extranjera. Así, se ha reclutado a migrantes universitarios/as para la venta de los productos específicos. Varias de las mujeres universitarias asistentes a los talleres han trabajado en este sector, que actualmente se ha cerrado prácticamente a raíz de la crisis económica y los obstáculos que los propios bancos ponen para el crédito a migrantes. Pues bien, estas mujeres han sido contratadas simplemente como comerciales. Sus salarios han estado constituidos por un salario base y el resto a comisión por ventas y sus jornadas laborales nada han tenido que ver con las usuales para el rubro bancario, es decir, han trabajado mañanas y tardes, así como los sábados.
Algunas mujeres que se han desempeñado en este trabajo aseguran haber sido objeto de discriminación en la medida en que sus condiciones salariares y laborales han diferido significativamente de las del personal bancario fijo. Además, sus contratos han sido temporales y son las primeras en haber sido despedidas con la crisis. En ningún momento, estas mujeres han tenido posibilidad de movilidad laboral ascendente en los bancos donde han trabajado. También relatan cómo existen prejuicios y estereotipos acerca de los y las inmigrantes en el ámbito de la clase media española, con la que se encontraban día a día en el trabajo. Entre sus compañeros/as, algunas veces se las consideraba como mujeres con baja cualificación. Una mujer nos cuenta cómo también otras personas inmigrantes a las que se acercaban a vender los productos, no podían creer que ellas trabajaran en un banco.
Cuando las mujeres extranjeras universitarias se ven obligadas a trabajar en sectores menos cualificados para ellas, prefieren los comerciales (de venta al público), que los más solitarios, como el servicio doméstico o de cuidado. Aunque algunas, las que son madres solas, han tenido que pasar por estos últimos muy a su pesar.
Factores que obstaculizan a movilidad laboral ascendente de las universitarias
Las dificultades de movilidad laboral de las mujeres migrantes universitarias se ven agravadas, además de por la crisis económica actual, por otros dos factores determinantes:
El primero, la condición de madres, dificultará sus procesos de homologación si tienen que realizar algunos exámenes en la Universidad, además de trabajar. Familia, trabajo y estudios simultáneos son prácticamente imposibles para estas mujeres. Podría favorecerles el hecho de tener un apoyo familiar fuerte (pareja corresponsable y con trabajo estable, familia en origen o destino que apoye económica y afectivamente), o tener un trabajo a media jornada complementario del de sus parejas. Obviamente, las que no tienen ninguna posibilidad son, nuevamente, las madres solas.
El nivel económico de la familia en origen (o migrante en otros países ricos) es de suma importancia. Puede suceder que las mujeres universitarias tengan, por parte de estas familias, un apoyo económico para finalizar especializaciones, para homologar sus titulaciones o para dedicar más tiempo a la búsqueda de un trabajo acorde a su nivel de estudios. Las mujeres que no tienen estos apoyos se deben valer de sus salarios para seguir estudiando, por tanto, tardarán más tiempo en homologar o en insertarse en el sector que deseen.
Las estrategias de acceso al empleo en las universitarias
Este grupo ha presentado mayor conciencia respecto a la explotación laboral, sobre todo por parte de quienes tienen más de 30 años y han tenido experiencia laboral en sus países de origen. Esta experiencia ha sido en ámbitos laborales más acordes a su formación, por tanto, cuando trabajan en España en la hostelería, el comercio, el turismo o el marketing, experimentan una movilidad laboral descendente y, al mismo tiempo, un empeoramiento de sus condiciones laborales. Prácticamente el único elemento que las mantiene en estos puestos es el salario, que sí difiere del que podrían recibir en sus países de origen, en sectores de mayor cualificación.
Sin embargo, pese a esta mayor conciencia respecto a la explotación laboral, no suelen proponer acciones de organización y sindicación como puede suceder en el grupo de mujeres con cualificación inferior, probablemente porque consideran que los trabajos que realizan son temporales.
Más bien, las estrategias a las que apuntan son de carácter "integrativo", es decir, sin mayores conflictos con la sociedad de acogida. Otra estrategia que nombran es la del emprendimiento en España, aunque no terminan de llevarlo a cabo debido a la falta de información o de crédito para la puesta en marcha de los negocios. Cuando lo realizan, suelen optar por el contrato mercantil o el alta en el régimen de autónomos, en los sectores de la traducción, el diseño, la formación o la consultoría.
También en este grupo es donde más se ha escuchado la opción del retorno al país de origen. Se considera que allí existe alguna posibilidad de trabajar, sobre todo si ya han tenido experiencia laboral. Estas posibilidades se aumentan en caso de que hubieran realizado algún estudio de postgrado en España, ya que en sus países de origen dichas titulaciones suelen ser mejor consideradas. Las que no se plantean la posibilidad del retorno son las mujeres que han llegado a España por asilo político o acompañando a sus maridos por este mismo motivo; o las mujeres que tienen hijos/as y proceden de países que ellas consideran muy peligrosos para estos/as debido a la inseguridad. En este sentido, estas mujeres valoran de España la seguridad y los beneficios del Estado de Bienestar (aunque todavía deba mejorar).
Otra estrategia integrativa que se ve más presente en estas mujeres que en otras, es la realización de voluntariado en España. Consideran que el voluntariado es una forma de solidaridad, de relación interpersonal, de satisfacción emocional, pero también de integración social. Cuando ejercen como voluntarias no se sienten en discriminación respecto a las personas españolas y conocen más de cerca las formas culturales autóctonas y las entienden. Algunas de las voluntarias han podido incluso ser contratadas por la ONG donde han colaboran o por otras, debido a su experiencia en este tipo de acciones.
Es de destacar una estrategia de integración observada principalmente entre las mujeres universitarias (aunque no exclusivamente en éstas), que consiste en presentarse como mujeres con iniciativa, energía, creatividad, ganas de mejorar y de hacer el trabajo con más calidad, con el objetivo de que sus empleadores las vean como "absolutamente competentes" para el puesto en el que han sido contratadas (sobre todo si desean conservarlo y están con contratos temporales). Esta estrategia no es bien acogida por parte de sus compañeros y compañeras de trabajo, según ellas mismas relatan, ya que pueden ser vistas como "competidoras desleales".
Algunas matizan que mantenerse en un puesto de trabajo exige un delicado equilibrio en la relación con ambas partes (empleadores y compañeros/as de trabajo), pero que no es fácil conseguir. Así, otras han tenido muchos problemas de integración en el ámbito laboral, sobre todo por no haber podido integrarse socialmente con los o las compañeras. Finalmente, otras comentan que hagan lo que hagan el trabajo no está asegurado. En todo caso, es evidente que en este punto los Servicios de Intermediación Laboral tienen un campo de trabajo importante: el apoyo y el asesoramiento a las empresas para la gestión de su personal o de sus equipos, con el fin de que estén cuidados por parte de la dirección y de que puedan ser más productivos, evitando de este modo el despido, el moving, el acoso en el ámbito laboral y el absentismo y las bajas médicas. Los SIL pueden asesorar en materia de coaching organizacional, gestión de la diversidad, liderazgo, trabajo en equipo y participación.
Es preciso aclarar que las mujeres migrantes universitarias que han tenido experiencias de moving en el ámbito laboral, no atribuyen éste a un rechazo de la inmigración como tal por parte de sus compañeros/as o empleadores/as (más concretamente a la xenofobia), sino al posible desconocimiento que éstos puedan tener acerca de la realidad de las personas migrantes en sus particularidades. Es decir, consideran que se tiene una imagen de los y las migrantes como personas con escasa educación formal (mucho menos universitaria) y que, por tanto, son "incapaces" de ocupar puestos de cualificación. Algo que se contradice totalmente con una realidad que muestra un porcentaje significativo de mujeres extranjeras universitarias que vive en España. Las acciones para superar este desconocimiento deberán pasar, pues, por potenciar el trabajo con el entorno.
APUNTES EN TORNO A LOS TRABAJOS DE CUIDADO EN EL ÁMBITO RURAL
Debido a la importancia que ha cobrado el tema de la relación entre servicio doméstico y ámbito rural en los talleres de este año, presentamos un apartado específico para ponerlo de manifiesto. El hecho de que los talleres hayan sido realizados en Albacete, Ciudad Real, Murcia y Cáceres, ciudades que pertenecen a regiones con alto componente rural3, ha contribuido a que se trate de uno de los temas sobresalientes.
3 Es decir, constituidas por una mayoría de municipios con menos de 10.000 habitantes (según el Instituto Nacional de Estadísticas, INE).
En estas regiones, los sectores de la agricultura y del servicio doméstico -y en algunos casos el industrial- cobran una importancia mayor, por tanto, son regiones que producen fuerte atracción de mano de obra. En el caso del servicio doméstico y de los cuidados, la atracción de mano de obra se produce debido a los fenómenos de envejecimiento y de masculinización de la población rural española. La tasa de habitantes mayores de 70 años llega al 20% en los municipios rurales, mientras la media en las zonas urbanas es del 12,5%. Además, alrededor de 750.000 habitantes rurales pueden considerarse personas con grandes dependencias, incapaces de valerse por sí mismas o de desplazarse de forma autónoma fuera del domicilio (Camarero, 2009). A esta situación se suma la gran dispersión de las infraestructuras y de los servicios asistenciales, lo cual provoca que las necesidades de cuidados sean atendidas en los hogares por las propias personas que integran la unidad familiar (generalmente las mujeres), o bien por las que son contratadas para tales efectos, como las empleadas de hogar. Lo que sucede es que desde hace décadas existe una preferencia por parte de la mujer española a salir del ámbito rural, debido a las menores oportunidades laborales que tienen o a que los empleos a los que acceden no cuentan con la misma consideración social y económica que aquellos a los que acceden los varones; todo lo cual provoca que la demanda de mano de obra en el sector doméstico sea atendida por mujeres extranjeras.
Las condiciones de vida y laborales de las mujeres extranjeras insertas en el empleo del hogar en el ámbito rural son de una extrema precariedad. El régimen de internas está más extendido que en las ciudades. Las mujeres viven en la casa de las personas a las que cuidan constituyendo unidades de convivencia que presentan una brecha cultural y generacional importante. Esta brecha da lugar, en ocasiones, a situaciones desagradables para ambas partes, pero especialmente para la mujer migrante, que se encuentra en peor posición debido a que no tiene donde ir en caso de que sean despedidas. Las jornadas de trabajo son intensas, la disponibilidad de la empleada es total, incluso cuando debe tener su descanso los sábados o los domingos, porque no cuenta con espacios propios donde poder disfrutarlo. El aislamiento es mayor: en los pueblos la población joven es escasa, los espacios de ocio y diversión están dispersos por la geografía rural, volviendo imprescindible la posesión de un vehículo propio que la mayoría de mujeres migrantes no tiene. El resultado es que muchas veces deben permanecer en el pueblo sin demasiadas distracciones. Los medios de transporte públicos suelen tener un horario que dificulta que las mujeres puedan organizarse para ir a la ciudad. Los recursos sociales o las posibilidades de informarse sobre los mismos presentan los mismos problemas de dispersión geográfica y esto es la causa de que muchas mujeres no sepan que pueden tener acceso a programas de acompañamiento laboral o a ayudas de diversa índole.
Por su parte, el trabajo en el ámbito del hogar comprende, por lo general, realizar todas las tareas, tanto de cuidado como de limpieza. Muchas mujeres trabajan cuidando personas mayores con demencia, algunas de las cuales se encuentran en etapas avanzadas y en ocasiones no tienen el apoyo de las familias, que se encuentran en otros pueblos o en la ciudad. Existen casos en los que la empleada de hogar permanece sola ante cualquier adversidad. Algunas mujeres asistentes a los talleres han comentado que no se encuentran preparadas para este tipo de trabajos y que no han tenido información suficiente para acceder a una formación adecuada. Aunque la tuvieran, el acceso a la formación profesional en el ámbito de los cuidados sería complicado para ellas, sobre todo en los pueblos pequeños.
Respecto a la convivencia, las mujeres nos han relatado situaciones que pueden ser calificadas como clasistas y en algunos casos de xenófobas. Por ejemplo, considerar que "todas" las mujeres migrantes son pobres y con bajo nivel formativo. Se les pregunta si saben leer y escribir; existe sorpresa ante la llegada de una mujer negra para trabajar en una casa; se considera que el salario que cobran es una "fortuna" en sus países pobres (cuando en realidad, estos salarios se restringen a una media de 500€). En este contexto de mayor aislamiento, algunas mujeres han sufrido situaciones de acoso sexual efectuado por miembros varones de la unidad familiar contratante: insinuaciones respecto a la "condición erótica" de mujeres de determinadas nacionalidades (colombianas, dominicanas, africanas o rumanas), intento de pagar una suma por una relación sexual, vigilancia y control permanentes, etc. La mayoría de estos hechos no son denunciados por las mujeres por vergüenza, por temor a la policía y/o por no querer tener problemas con la familia contratante.
Muchas de las mujeres que trabajan en régimen de internas en los pueblos no tienen la documentación en regla, han llegado a España en los últimos tres años, tienen una red social y migratoria muy débil y presentan problemas de soledad, depresión, temor y baja autoestima. Este ámbito de trabajo es uno de los retos que deben afrontar los SIE en los próximos años.
LOS SERVICIOS DE INTERMEDIACIÓN LABORAL EN TIEMPOS DE CRISIS
Las mujeres participantes en los talleres, al igual que en los años anteriores del proyecto, han hecho alusión a la gran ayuda que han supuesto los Servicios Integrales de Empleo de CRE (SIE) en sus trayectorias laborales y también vitales. Existe una gran diferencia en las trayectorias laborales de mujeres que han pasado por los SIE y aquellas que no lo han hecho. La más importante es la de la formación y el empoderamiento para hacer frente a la defensa de sus derechos laborales. Las mujeres que han llevado a cabo Itinerarios Integrales de Empleo, son más concientes de dichos derechos y están más preparadas profesionalmente, incluso para los trabajos considerados menos atractivos, como el sector doméstico. Quienes no han tenido el apoyo o el acompañamiento de los o las técnicas de orientación profesional e intermediación, se mueven en mayor medida por circuitos informales de la economía sumergida y presentan peores condiciones laborales.
Es de destacar que en los últimos años, algunos SIE de CRE han desarrollado acciones de abogacía social en el ámbito local con el objetivo de constituir mesas de diálogo entre entidades, llegando a elaborar pactos de mínimos respecto a las condiciones laborales que van a aceptar para sus usuarios y usuarias. Cuando existe un acuerdo por parte de las entidades locales sobre qué condiciones laborales se consideran "aceptables", es más difícil que dichas entidades tramiten ofertas laborales que violen dichos acuerdos, lo cual contribuye a una mejora generalizada del empleo en el ámbito local, sobre todo en aquellos sectores menos protegidos o regulados, como es el caso del servicio doméstico. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en Albacete. Allí, existe la Plataforma por el Empleo del Hogar, que congrega a la mayor parte de las entidades de acción social, las cuales han elaborado un pacto de mínimos sobre condiciones salariales y laborales del sector.
En otras ciudades, el trabajo de los SIE ha ido más allá, realizándose acciones que apuntan hacia el empoderamiento de las empleadas de hogar, con el objetivo de que creen sus propios espacios de encuentro, de debate, de organización y de asociación. Todo ello contribuye a que la defensa de los derechos de estas trabajadoras supere la dinámica individualista que presenta.
También es de destacar el valioso trabajo en red que realizan los SIE con otros servicios de la comunidad, que no se circunscriben al ámbito laboral. Las mujeres que se han sentido más acompañadas en sus procesos han sido, indiscutiblemente, aquellas que presentaban necesidades más variadas relacionadas con: el empleo, la vivienda, la conciliación, la manutención de sus hijos/as, el apoyo jurídico, etc. En este sentido, las madres solas y las mujeres solicitantes de asilo son las que, en mayor medida, evalúan muy positivamente a los SIE.
Pese a todo ello, la crisis económica que vive el país desde finales de 2007, ha repercutido en las posibilidades que tienen los SIE de poder acompañar los procesos de inserción laboral de las mujeres migrantes. En primer lugar, la oferta de empleos ha disminuido exponencialmente y las mujeres son concientes de este proceso. La opción que se tiene es la de facilitar y promover la formación, pero como ya hemos observado en los talleres del año pasado, la oferta formativa en algunos sectores se está saturando, ante lo cual se han aumentado los requisitos de acceso, perjudicando la participación de muchas mujeres migrantes.
Además de esta dificultad, los perfiles de la personas demandantes de empleo han cambiado sustancialmente en los dos últimos años, encontrándonos con mayor afluencia de varones en los SIE; mayor presencia de mujeres españolas de más de 45 años con escasa experiencia laboral; presencia de mujeres migrantes de determinadas nacionales que antes no se habían planteado trabajar fuera del hogar (como es el caso de mujeres marroquíes con nivel formativo bajo); personas extranjeras que llevan más de dos años en España y que ven peligrar sus tarjetas de residencia y de trabajo por motivo del desempleo de larga duración; personas que llevan más de 5 años en España, que se encontraban integradas social y laboralmente en el país, y que habiendo perdido sus empleos por la crisis deben verse obligadas a cambiar de sector productivo hacia otros para los que no tienen experiencia ni formación; mujeres con sus familias nucleares reagrupadas que se ofrecen nuevamente para el trabajo doméstico en régimen de internas; madres completamente solas y un largo etcétera.
Unido a todo ello, los SIE tienen la dificultad añadida de que actúan como vectores de la demanda de empleo, en algunas Comunidades Autónomas, compitiendo muchas veces con dos tipos de entidades intermediadoras que en muchos casos no tienen las autorizaciones necesarias para actuar como tales. Nos referimos a las Empresas de Trabajo Temporal o agencias de colocación, que no cumplen con la normativa vigente que las obliga a brindar sus servicios con gratuidad a los y las trabajadoras, lucrándose con la necesidad de estos/as; y a determinadas entidades de carácter religioso que colocan a las mujeres migrantes como empleadas de hogar en hogares autóctonos, obstaculizando el intento por parte de los SIE, de defender unas condiciones salariales y laborales realmente dignas para el sector.
Es preciso recordar que los Servicios de Intermediación Laboral o las agencias de colocación deben actuar coordinadas con los Servicios Públicos de Empleo y brindar sus servicios de forma gratuita, quedando excluida la posibilidad del pago de los mismos, tanto por parte de los demandantes como por parte de los ofertantes, práctica que parece estar existiendo, tal como nos los han relatado varias mujeres asistentes a los talleres.
Otro problema al que se enfrentan los SIE es que al haber conseguido profesionalizarse y especializarse en los últimos años, han conseguido ser preferidos por las personas demandantes de empleo, por encima de los propios Servicios Públicos de Empleo. El trato amable, el tiempo dedicado en dar la información requerida y la escucha activa por parte de los y las profesionales de los SIE contribuye a que muchas veces se vean desbordados por las demandas.
Por todo lo anterior, los SIE tienen importantes retos futuros a los que deberán hacer frente:
A todo ello hay que añadir el incremento del racismo y la xenofobia en una parte de la población española, como consecuencia del desempleo y los escasos recursos sociales disponibles. La tarea de los SIE deberá fortalecerse, en consecuencia, con las acciones de abogacía social, lucha contra la discriminación, sensibilización social, constitución de mesas de diálogo social en el ámbito local y autonómico y refuerzo de la cualificación profesional, así como de la dignificación de los sectores laborales de inserción de las personas participantes (en términos de reconocimiento, estabilidad, salario y condiciones).