Las familias desplazadas viven en pequeñas cabañas de 8-10 m2. Hay miles de estas pequeñas construcciones en cada campo. Perfectamente alineadas, están construidas con materiales locales: bambúes y paja. El toque final lo facilitamos nosotros: un plástico que cubre el refugio. Se acerca la temporada de lluvias y éste deberá ser reemplazado para garantizar la impermeabilidad del habitáculo. Esperamos un cargamento de plásticos, pero insuficiente para proporcionar techo nuevo a los millares de cabañas que están a nuestro cargo. ¿Lo conseguiremos antes de que lleguen las lluvias? Incertidumbres como ésta nos asaltan a cada momento de nuestra labor y siempre llegas a la misma conclusión: diez, cien plásticos nuevos serán mejor que ninguno.
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