Recorremos
las “calles” de Abu Shouk satisfechos de lo que
vemos: tiendas blancas y azules, impecablemente alineadas,
donde se refugian 50.000 personas; coches de las ONG que
trabajan en el campo; letrinas limpias; pequeñas
clínicas; escuelitas de UNICEF para los niños;
puntos de agua de donde extraer el preciado líquido;
filas multicolores de mujeres que esperan la distribución
de alimentos y jabón; líderes comunitarios
con sus galabiyas blancas que discuten el futuro bajo carpas
levantadas al efecto; algún camión Bedfor
de madera colorida que irrumpe con personas y mercancías…
Pero Lorenzo, delegado de Cruz Roja y coordinador del campo,
conoce las amargas historias que se esconden detrás
de cada mirada: las violaciones de mujeres cuando se aventuran
fuera de su perímetro para buscar leña; las
manos de los huérfanos, extendidas al paso de los
jawaya (blancos); las familias que jamás volverán
a reunirse… Y nos pregunta si se puede gestionar el
infierno.
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