El campo
de Kalma alberga a 93.000 personas, en su mayoría
mujeres y niños, que huyen de un conflicto ignorado
por la comunidad internacional. Ni en estas duras circunstancias
olvidan su habitual hospitalidad. Después de unas
horas aquí, ya no sabemos cómo rechazar con
educación, casi por prescripción médica,
el enésimo vasito de té que nos ofrecen. En
toda la gran variedad de infusiones que preparan las mujeres,
como el muy popular “carcadé” elaborado
con ibiscus, hay algo que nunca falla: azúcar en
abundancia; una tercera parte del vasito la ocupa este dulce
ingrediente. La verdad es que viendo como funciona esta
comunidad, que una situación tan dramática
ha obligado a crear, está claro que en Kalma hay
algo que abunda más que el azúcar: la generosidad.
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