Paseamos
entre la maraña de comerciantes y tenderetes del
caótico mercadillo de Nyala, cuando aparece Peter.
Menudo y extremadamente delgado, parece un niño.
Nos ofrece sus servicios de guía. Nos sorprende saber
que tiene ya 23 años, y desgraciadamente muy vividos.
Pese a su perfecto inglés, nadie ha querido contratarlo
como traductor, y se gana la vida así, como guía
de los cooperantes que llegan a Darfur. Se conoce la ciudad
como el mejor, aunque no es de aquí. Es de mucho
más al sur. Lleva toda su vida desplazado. Primero,
huyendo de la guerra que enfrentó durante veinte
años al norte y al sur de Sudán y que acabó
con toda su familia. Ahora, intentando sobrevivir, sin casa
y sin papeles. El mundo no habla de los miles de huérfanos
y refugiados de Sudán. Ignorados, ellos siguen esforzándose
por tener una vida. Como nuestro guía. Inglés
perfecto, letra pulcra de caligrafía… Nos escribe
su nombre: Peter Tong. Cuando apunta su dirección
sólo puede indicar los soportales de una calle de
Nyala.
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