Verde y boscoso, como su País Vasco. Así le pareció a Carmen el departamento de Oussouye, cuando llegó al sur de como delegada de Cruz Roja Española hace dos años. Pero, a pesar del verde, pronto se dio cuenta de que allí el agua no abundaba. Al menos, el agua potable. Y alrededor de esa carencia, una espiral de problemas: las letrinas eran el lujo de unos pocos; los desechos humanos, arrastrados por la lluvia, contaminaban personas -que enfermaban- y pozos -cada vez más secos-; mujeres y niños se esforzaban día tras día para conseguir un poco de agua… Una situación dramática simbolizada por los mugidos desesperados de unas vacas al beber agua de un pozo recién cavado. -“Mugen porque dimos con agua, pero salada’’- le explica el jefe de Siganar. Miles de personas y animales enfermos, mucho tiempo y energía invertidos en conseguir agua… Aquí pudo ver Carmen cuán vitales eran los proyectos que había venido a poner en marcha. Y comprendió por primera vez el valor del agua como fuente de vida.
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